¿Quién es mi vecino?

Por Luis C. García Correa
Mi vecino es quien vive cerca de mi casa, quien vive en mi pueblo, y a quien me encuentro y saludo en mi camino diario.
Los vecinos más cercanos debemos ser los que nos conocemos mejor. En especial, por el trato más frecuente y porque nos saludamos con cariño.
Tengo unos grandes y maravillosos vecinos.
El cariño es fundamental para las relaciones de buena vecindad. Si no trato a los demás con cariño, si no me tratan con cariño, seremos unos conocidos, pero no unos verdaderos vecinos.
El que vive entre vecinos es un afortunado. El que vive entre conocidos, o peor aún, entre quienes ni llegan a conocidos, es un desafortunado.
El saludo cariñoso es el inicio de comunicación entre vecinos. La ausencia del saludo no anula la vecindad, pero demuestra una mala educación.
Somos seres sociales por naturaleza y también deberíamos serlo por educación. La ausencia de esos comportamientos resta y hasta puede llegar a quitar la felicidad que da la relación de buena vecindad, y la vivencia de la libertad personal y social.
Ser vecino es algo muy importante en la vida de las personas, de la comunidad inmediata y del lugar que habitamos. Y para mi es fundamental.
La buena y educada vecindad es uno de los placeres y ventajas de esta vida. Es el medio más cercano y más inmediato para la ayuda mutua, en todo lo que sea necesario.
Ahora bien, para vivir y gozar la felicidad de la honesta y educada vecindad no basta con decir: Señor, Señor y saludar. El saludo debe ir acompañado de actos de cariño, todos los días y en todo momento.
La buena vecindad es una de las demostraciones del Primer Mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas y a mi vecino como a mí mismo. Si uno no es creyente puede amar al vecino como a sí mismo.
Dichosos los que vivimos en buena vecindad. Doy constantes gracias por lo afortunado que soy. Vivo a diario en medio de una maravillosa vecindad en donde el cariño es notorio y expresivo. Y siempre con una sonrisa ¿Cómo está? ¿Cómo están los suyos? ¡Le hemos echado de menos! Etc. etc.
La vecindad se aprende desde niño, por la educación y el ejemplo recibidos de nuestros padres, y para luego practicarla, incluso entre nosotros mismos y nuestra familia.
La vecindad jamás se olvida. Todo lo contrario. Con los años se fortalece, se goza más y une más. Y más se echa de menos cuando falla.
Hagamos votos porque la buena vecindad sea la norma en la conducta diaria de toda la humanidad, y así disfrutar de aquello para lo que hemos nacido: ser muy felices y muy libres, lo que se aumenta con la buena vecindad.
Es lo que deseo y espero, para ello aquí estoy.
¡Quien es mi vecino! ¿Quién debe ser mi vecino? Mi amigo más cercano.

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