Bajo los efectos del gofio amasado

Por Antonio Domínguez
El amor, del que dice un docto; que es la poesía de los sentidos, la inteligencia y la nitidez de la razón. Lo sentimos, todo ello está en el conocimiento, ¡es conocimiento!. Que la afectividad y la inteligencia son los dos bastiones más grandes de la vida: está muy bien para que estemos de acuerdo con eso; pero que sepan que eso es conocimiento y que tienen que dedicar su vida a almacenarlo para que ese deseo se materialice: si es el suyo particular. El conocimiento no crece como un campo de papas sino con aportaciones que darán su fruto tardíamente. Cualquier tipo de equilibrio psicológico no es regalado; ni el grande, ni el mediano, ni el pequeño. Hay que forjarlo y soñarlo todas las noches. Entre el listo y el inteligente hay una gama de expresiones inteligentes en donde no nos podemos situar nadie; ni podemos blandir la falta de respeto de ubicar a los demás en absoluto. Es el conocimiento que haya decidido almacenar cualquier criatura, el que manda totalmente en su mundo y habría de verse cual tiene más valor práctico, empírico, pragmático, de persona, de bien nacido; si el del docto o si el del que no lo es. No hablamos de moral; hablamos de conocimientos válidos auténticamente: en uno y otro caso. 
Con la inteligencia pasa como con el alma. Al desarrollo del concepto alma le ha costado las vidas que ni se sabe; a ese desarrollo. Ha sido siempre “cosa seria” y no se ha escatimado segar vidas las que hagan falta; cortando por lo sano para que quede muy claro de que se trata. La historia del alma ha sido acero, fuego, plomo y abusos ¡hasta el alma!. En cuanto a la inteligencia, la lucha no es meterla con calzador ni hay que matar a nadie para propagarla: aunque si hay que escribir artículos absurdos en periódicos y revistas para recordar su existencia a la plebe (dicho con respeto. ¡Se llama así!); que se sienta medida y acomplejada en él, ¡sí guana!. Hay que tener la sensatez y el desprendimiento de remodelar a fondo lo que se ha venido diciendo al pueblo acerca del cerebro. Hay que llegar a la dignidad y gallardía de informar a la gente; que cuanto se diga de su función son sólo aproximaciones; que si algo se puede decir acertado es de su morfología y que todo lo demás está empantanado en las tesis. No se puede jugar con las palabras mixturadas; con seudo conceptos; todos esos juegos son sucios siempre.
A las distintas concatenaciones de vivencias y preferencias almacenadas como conocimiento, se le llama: distintas formas de inteligencia: eso es un error tremendo. La inteligencia pudiera tener grados; pero no hay clases; hay solo la inteligencia humana. Su función es aplicar conocimiento. Esto es, que jamás y nunca una inteligencia es grande con un saber pequeño. Si los saberes son tres: natural, científico y filosofal, no debemos ignorar –para evitar sorpresas de los gatos detrás de los matos- que el saber natural y filosofal pueden ser asaltados por personas sin formación académica y cosechar en esos dos saberes resultados asombrosos en la medida de sus posibilidades; al margen de la ciencia. Va subiendo el grado de inteligencia a la par que el conocimiento: que lo es todo. El conocimiento desarrollado en cualquiera de los tres niveles determina el grado de inteligencia que no nace, se hace. ¿y la súper dotación? Esa es la gran timadora que consiste en una portentosa memoria, solamente; que es capaz de cursar tres carreras a la vez. Es un saco sin fondo que excreta todo sin digerir; en el que cuando se mete la mano con la seguridad de extraer tesoros, está tan lleno de datos como vacío de conceptos; y el asombro que ello propicia, hace retroceder al mas osado. Solo se puede hablar de inteligencia ante sujetos de conocimiento lentamente digerido. Parado en conceptos.
Como mantenemos que absolutamente todo lo que sale a la luz, es conocimiento y el pensamiento genuino, el verdadero, pudiera estar en el cerebro reptil ¡¡vaya usted a saber!! Porque no conocemos la intercomunicación de los tres o cuatro cerebros que hay en un solo cerebro; en este momento, solo cuestionamos la falacia científica que trata de teorizar poniéndole nombre “a las distintas clases de inteligencia”; a las que se han rendido y admitido como verdad, tratando de ignorar que la inteligencia es unívoca y que no tiene clases, sino grados.
La próxima semana: las clases de inteligencias según la ciencia. 

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