La honestidad de un pueblo. Un pueblo deshonesto.

Por Luis C. García Correa
La honestidad de un pueblo se mide y se vive, fácilmente, por el comportamiento de ese pueblo.
La pobreza y la miseria no surgen por generación espontánea sino como consecuencia del comportamiento de ese pueblo.
Los índices demostrativos del comportamiento del pueblo que vivimos, los marcamos los que vivimos en ese pueblo.
Los índices del comportamiento de nuestro pueblo, los vivimos con los hechos y los dichos de nuestros conciudadanos.
“¡El mal como el bien de uno se suma al de otro, creando la cadena de los actos de nuestro pueblo!”
Creer que lo que hacen los demás no me infiere una ayuda o un daño es una necedad que nos puede dañar.
“¡Los seres humanos, como seres sociales, vivimos en comunidad!”
La vida en comunidad la vivimos todos: buenos, malos o regulares.
La deshonestidad, como es el robar, es un hecho demostrativo de la falta de honestidad.
Hay quien se encuentra con una cartera perdida, y en vez de devolverla la tira, con lo que hace un daño impresionante sin beneficio ni ganancia, y sí con un grandísimo perjuicio al que la ha perdido y, encima, si la mala suerte es que la haya encontrado un enemigo de la sociedad, de su familia, o de ella o él mismo...todo puede ocurrir.
Perder algo en un pueblo deshonesto es una desgracia personal. ¡Con lo fácil que es devolverlo!
Se suele pensar que el mal de los demás nunca me llegará. Craso error, siempre le llegará. De una forma u otra, pero le llegará.
“¡El mal de los demás nos afecta por igual!”
La honestidad y solidaridad se aprende de niño y se practica e incrementa con la vida.
“¡¡¡La honestidad se mide por la felicidad de un pueblo!!!”
La deshonestidad tara a todo un pueblo repartiendo y distribuyendo el mal, que nos llega a todos.
“¡Creer que el mal del otro no me llegará es vivir en la inopia porque lo vivirá!”
“¡La honestidad de un pueblo se vive y se mide por la felicidad personal y social y hasta nacional de todas esas personas!”
Todos vivimos el bien o el mal de acuerdo al bien y el mal que repartimos y reparten nuestros conciudadanos.
Pensar que eso a mí no me toca es ayudar a que se incremente el mal personal y social. Que se extiende como una pandemia que arrasa a todos.
El mal de mi vecino y del conciudadano de mi vecindad me llegará y me atacará con la misma virulencia que si viviéramos juntos.
La honestidad de un pueblo genera el bien personal, social y hasta nacional, el bien de todos.
La deshonestidad  de un pueblo genera el mal personal, social y hasta nacional, el mal de todos.

Quien piense lo contrario está abocado a sufrir y gozar la deshonestidad y honestidad  que un vecino nos reparte a todos.

Comentarios

Entradas populares