Con el cascarón de la guerra pegado atrás

Por Antonio Domínguez
Cuando decimos que vemos lo que podemos, importa más que el anterior “vemos lo que queremos ver”: viene poder muy superior al concepto querer, que viene del huérfano desear. Cuando decimos que vemos lo que podemos, no decimos necesariamente que vemos muy poco, puede ser absolutamente todo lo contrario,  y en ese poder por estricto se encierra el poder ver y la cantidad de ver que puede ver ese poder de ver. Siga un poquito mas y verá que esto no es el plagio filosófico que le parece estar viendo.
Cuando nos quieren hacer ver ya es algo que vemos. Obramos en consecuencia según nuestro interés porque es una situación que dominamos y transigimos o no según sea nuestro interés.
El voto no sirve para nada más que para prevalecer fuera de dictadura,  y es muchísimo, pero al no tener nada solución porque la deuda es imparable e impagable “la gente” provocará  con los partidos residuales; “habrán tantos partidos como votantes” y dirán todos la gamberrada, que, el pueblo ha ordenado coaliciones; cuando es que el pueblo ha votado en huida inconsciente de poner tierra por medio; y en el cuanto peor mejor, se entregan a perros flautas los de más deteriorado entendimiento, consiguientemente, desesperados por la mala situación.
Es una meta a conseguir, de cualquier psicología, ser el epicentro vanagloria y tributos a que nos rendimos cada uno en los vicios, placeres y seriedades a que hayamos entregado nuestra existencia. Siempre a lo que quiera que nos guste o inclinemos, queremos ver una parroquia, cuanto más grande mejor, cumpliendo las exequias y rindiendo culto a nuestra inclinación. Por eso nos resulta inconcebible cualquier postura que no sea conforme con nuestros “descubrimientos” en el sentido y la cosa que quiera que sea, nos sentimos mal todos, y nos consideramos absurdos todos, respecto de los otros … dicho en la fórmula de mi padre: “La misma distancia que hay de aquí allí,  la hay de allí aquí”. Lo que no hace feliz a ninguno hace infelices a todos.
Hay un aspecto muy importante en los humanos: vemos lo que queremos ver, lo que podemos ver y muy rarísimamente lo que nos quieren hacer ver, aun si fuera en la mejor voluntad bondadosa total del otro, la que nos interesaría personalmente ver. ¿Reticencia, desconfianza, majaduras/machucamientos?
La total mayoría de todos los pueblos de la tierra en donde se ha salido de dictadura resiente, “odia/odiaba” a la pequeña élite a la que llamaban fachas, y yo cómodamente… no le llevaba la contraria a la inmensa mayoría: ¡el cliente tiene la razón!. Y así con un montón de vivencias más de este jaez, me fui “arregostando” hasta que me fui del gran público, pequeño público según el día-, con la vida puesta a precio pendiente de un hilo y las ilusiones desvanecidas, mientras “el cielo” se ensombrecía“. Lo más humano que nos delata sin poder hacer nada para evitarlo, es que en lo más recóndito de nuestro espíritu erigimos un altar de sacrificios propiciatorios donde nos agrada ver hincados de rodillas y  tirados de barrigas a los demás; como los Dioses que afirmo creemos ser. Lo que queremos ver tiene que ver con el deseo acomodaticio  admonitorio propiciado por vidas muelles sin muchos contratiempos; tan despiadada cuando los resultados son indiferentes, incalificables e inocuos, que no inclinan la balanza merced a desarraigos no desgraciados, sino inconsistentes en psicología vacía de avatares  lógicos en personas compinchadas  en todas las batallas ganadas a priori, y por lo mismo, su espíritu sumido en tedio y tranquilidad intelectual; y no se puede ver lo que hay que ver, que ya implica una voluntad de sólo ver lo que se desea ver. Oí una vez: …”eres más tonto que un obrero de derechas…”, me impresionó aquello mucho, yo era obrero y casi me trago la “chupa” del susto, la cual mantuve hasta que era ya hombresito. 
Me parece muy bien que un partido no apoye a antagónico para que gobierne otro. Me parece muy mal que el muchacho que está reinando no haya hecho un decreto real para/por el que se reforme la constitución, para poder “aplastarle los huevos” a quienes la quieren romper, además debe decretar una nueva ley electoral para que un tipo de La Gomera no pueda mandar por siempre las 7 islas canarias: para florecimiento de licenciados que no curan un catarro, ecologistas, enemigos del gas; agricultura y ganadería tampoco quieren, además siguen siendo gente toda a la moda (sin personalidad maldita) sin afeitar.
 Al pueblo no se le pueden pretender “mezclas” como las del agua y el aceite… esto es coaliciones o abstenciones imposible o aun por muy posibles, obligantes a obligar.  Debe ir a votar, como si son veinte veces seguidas, a no ser que el que reina decrete racionalidad, por raciocinio. Solo él tiene autoridad  para dar ese golpe de autoridad re ordenadora, restauradora de LA CARTA; ya ella languidecente y moribunda. Si hay que esperar a que el congreso se ponga de acuerdo en el porcentaje que sería necesario. Si se deja seguir haciendo. Si no es posible una pequeña inspiración real. Si no se puede mandar a parar. Si no se pela y afeita, se baña, se viste y empolva a esta vieja desprestigiada choteada constitución, y se cambia por otra entera   de arriba abajo y de atrás adelante; el otro militar que regirá nuestros destinos ya está nacido, criado y hasta con su título de general. Recapaciten. ¿Es que no se dan cuenta que estamos a la altura de la caótica, imposible, sin arreglo y encima rumbera Sudamérica?    “Al juguete” le falta muy poco para llegar a obsolescencia programada, quítenle del alcance de la chiquillería y mándenlo a reconstruir mientras crece mentalmente la manada de machangos, que de no intervenirse con cierta acorde necesaria mano dura nos esperan militares y curas a tongas. La más grande desgracia es que el más torpe de ustedes, esto lo sabe. No miren mas para otro lado. No espere a que se desgaste el otro actuando. Anden prestos a dinamitar para desvió del rio. Las diluviales, bravas, tumultuosas aguas llevan ya el socavamiento al límite, y es de esperar de un momento a otro la pérdida completa del pueblo por singular, sin par, corrimiento de tierra.

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