Políticas Medioambientales

Por Luis C. García Correa  
Las políticas medioambientales son tan necesarias y urgentes como las políticas sociales. Ambas son necesarias para la supervivencia del ser humano.

Es urgente un consenso científico, político y educativo sobre la necesidad de la preservación del medio. Esto es, sobre la protección de nuestro hábitat natural.

No me importa repetirlo e insisto: el comportamiento de la mayoría honesta de la humanidad debe comprender el cuidado del medio natural, nuestro hábitat. Pero la realidad no es así. Hay un pasotismo aterrador.

Desde que se nace se debe aprender a respetar y gozar las riquezas, necesidades y bellezas del Planeta Tierra, para que podamos seguir viviendo de forma natural y feliz.

Las complejidades de la biosfera no deben ser razón para desentendernos del problema. Los científicos se ocupan de su estudio. Los demás confiamos en sus conclusiones, aunque nuestro comportamiento debería tomar como referencia un principio de sentido común elemental: respetamos a la Naturaleza porque es nuestro medio de existencia y subsistencia natural, es nuestro hábitat natural.

Purificar el ambiente es, sin duda, el reto más inmediato: frenar el consumo de combustibles fósiles y promocionar, investigar y dar mayores facilidades a las instalaciones de energías renovables.

Los poderes perversos (ese poder sin rostro, aunque lo manejen seres humanos. Y que su meta es ganar y tener dinero y poder) promocionan la contaminación y la destrucción. Nos están destruyendo a cambio de dinero y poder. Sus frutos son la miseria, la infelicidad y la falta de libertad. Estas acciones perversas crecen al amparo de políticas de bajos vuelos, egoístas. Y están apoyadas por un significativo grupo de pasotas e individualistas. Los poderes perversos, los políticos mezquinos, los pasotas y los individualistas están destruyendo nuestro hábitat natural.

El tiempo corre en nuestra contra. No podemos demorar la puesta en marcha de acciones que reduzcan las agresiones contra nuestro Planeta. Proporcionar a los padres la información necesaria para que eduquen a sus hijos, desde niños, en la cultura de la conservación. Desarrollar acciones similares entre el resto de la humanidad. Y no digamos las obligaciones de las personas que toman las decisiones, que se toman por lo debajo.

Nos jugamos la supervivencia natural de la especie humana en la Tierra.

Nuestro Planeta Azul de la Tierra seguirá como lo viene haciendo hace millones de años, somos nosotros los que nos perjudicamos, los que aún vivamos.

¿Cuántas veces hemos repetido esto? He perdido la cuenta, pero seguiré haciéndolo mientras tenga vida, conciencia y honestidad.

Aceptemos cuanto antes la cruda y triste realidad del calentamiento atmosférico y la consiguiente destrucción de nuestro hábitat natural. Comencemos por la educación de los padres a sus hijos, continuemos con los estudios y pongamos todos los medios de difusión volcados en el mundo entero, para que podamos tener una sociedad consciente y honesta que quiera vivir la plena felicidad y la plena libertad en su medio natural.

Las políticas medioambientales son tan necesarias y urgentes como las políticas sociales. Ambas son necesarias para la supervivencia del ser humano.

Es urgente un consenso científico, político y educativo sobre la necesidad de la preservación del medio. Esto es, sobre la protección de nuestro hábitat natural.

No me importa repetirlo e insisto: el comportamiento de la mayoría honesta de la humanidad debe comprender el cuidado del medio natural, nuestro hábitat. Pero la realidad no es así. Hay un pasotismo aterrador.

Desde que se nace se debe aprender a respetar y gozar las riquezas, necesidades y bellezas del Planeta Tierra, para que podamos seguir viviendo de forma natural y feliz.

Las complejidades de la biosfera no deben ser razón para desentendernos del problema. Los científicos se ocupan de su estudio. Los demás confiamos en sus conclusiones, aunque nuestro comportamiento debería tomar como referencia un principio de sentido común elemental: respetamos a la Naturaleza porque es nuestro medio de existencia y subsistencia natural, es nuestro hábitat natural.

Purificar el ambiente es, sin duda, el reto más inmediato: frenar el consumo de combustibles fósiles y promocionar, investigar y dar mayores facilidades a las instalaciones de energías renovables.

Los poderes perversos (ese poder sin rostro, aunque lo manejen seres humanos. Y que su meta es ganar y tener dinero y poder) promocionan la contaminación y la destrucción. Nos están destruyendo a cambio de dinero y poder. Sus frutos son la miseria, la infelicidad y la falta de libertad. Estas acciones perversas crecen al amparo de políticas de bajos vuelos, egoístas. Y están apoyadas por un significativo grupo de pasotas e individualistas. Los poderes perversos, los políticos mezquinos, los pasotas y los individualistas están destruyendo nuestro hábitat natural.

El tiempo corre en nuestra contra. No podemos demorar la puesta en marcha de acciones que reduzcan las agresiones contra nuestro Planeta. Proporcionar a los padres la información necesaria para que eduquen a sus hijos, desde niños, en la cultura de la conservación. Desarrollar acciones similares entre el resto de la humanidad. Y no digamos las obligaciones de las personas que toman las decisiones, que se toman por lo debajo.

Nos jugamos la supervivencia natural de la especie humana en la Tierra.

Nuestro Planeta Azul de la Tierra seguirá como lo viene haciendo hace millones de años, somos nosotros los que nos perjudicamos, los que aún vivamos.

¿Cuántas veces hemos repetido esto? He perdido la cuenta, pero seguiré haciéndolo mientras tenga vida, conciencia y honestidad.

Aceptemos cuanto antes la cruda y triste realidad del calentamiento atmosférico y la consiguiente destrucción de nuestro hábitat natural. Comencemos por la educación de los padres a sus hijos, continuemos con los estudios y pongamos todos los medios de difusión volcados en el mundo entero, para que podamos tener una sociedad consciente y honesta que quiera vivir la plena felicidad y la plena libertad en su medio natural.

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