Cartas al Viento: Curas que cambian.


Por: Jesús Vega Mesa
Claro que sí. Los curas también cambian, como nos pasa a todos. Con los años, con las experiencias vividas, con la formación, los curas, toda la gente, cambiamos a veces de opinión, de mentalidad, de criterios. Malo sería que uno se mantenga siempre con la misma forma de pensar. Pero no era de esto de lo que quería hablar.

Cada verano, por estas fechas, al comenzar el curso, algunos párrocos son cambiados a otros lugares. Para tristeza de algunos y alegría de otros. Como ocurre en todos los estamentos de la sociedad porque nunca llueve a gusto de todos. Es normal que ahora, en cada parroquia, algunos feligreses se acerquen a preguntar al cura:

-¿También a usted lo cambian?

-¿Y por qué cambian a los sacerdotes y no los dejan siempre en el mismo sitio si estamos contentos con él?

¿Podemos hacer algo para que no lo cambien?

¿Y los curas no pueden pedir a dónde van?

Habrá respuestas para todos los gustos, sin duda. Veo bien que se hagan cambios aunque lógicamente cuesta dejar una comunidad con la que uno ha convivido mucho tiempo. Pero esa es una de las riquezas de la Iglesia. Pertenecer a todos, no tener la propiedad de ningún pueblo, dar la oportunidad a que, quien no se sienta bien, pueda estar en otro lugar. Y que aquel que es bueno, generoso, alegre, espiritual, profundo, pueda también compartir sus cualidades en otra comunidad.

El Obispo ha dado a conocer los nuevos destinos de veinticho sacerdotes. Y no me digan que no resulta enriquecedor que, por ejemplo, el cura de Teguise vaya a Vecindario o el párroco de Sardina sea destinado a Tafira. O que La Atalaya de Santa Brígida reciba al cura de Tías y el de Morro Jable marche a Maspalomas. O que Manolo Medina, tantos años en Colombia o Cuba, regrese ahora a Canarias al barrio de Zárate y El Lasso.

Para los feligreses de una parroquia la marcha de un cura y la llegada de uno nuevo suele ser un interesante revulsivo. El cura no es el que manda ni el que lo hace todo. Al menos no debe serlo. Es el animador de la comunidad y el que preside las celebraciones. Normalmente nuestro pueblo, aunque también le cueste los cambios, suele acoger a los nuevos con cariño y con paciencia. Suelen hacerse comparaciones, no siempre agradables. Y a la larga ya todos parecen de la misma familia. Se valoran las cualidades del que llega, se disculpan los fallos como se hace con los hermanos de una familia y, cuando sea la hora de un nuevo cambio, normalmente pasados unos seis años, otra vez la misma pregunta:

¿Y por qué no lo dejan aquí si es que estamos contentos con usted?

Pues por eso, porque no somos propietarios de nada. Somos más bien romeros , como decía el poeta León Felipe: romero que anda siempre por caminos nuevos. O mejor, como decía Jesús: Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio. Cambiar de destino es bueno. Y cambiar de actitudes, mejorar en valores, no te digo. Sea uno cura o lo que sea. Que lo de anquilosarse es muy mala cosa. Hay que cambiar y dejarse cambia

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Visto como un acto de obediencia, como un revulsivo, el cambio de sacerdote pudiera parecer normal. Pero no cabe duda, que el que se va deja huérfanos a sus menesterosos a aquellos a los que les ha dado consejo a que les ha dado alimentos no solo de espíritu a los que le ven como guía y sostén de su alma. Pero ustedes también sufren, porque por su credo nos ven como hermanos. Por lo tanto muchas veces, no todas, el cambio de ese ser que esta ahí, para consolarte, ayudarte es desgarrante. Debería de haber una segunda vuelta. De lo que estoy seguro es que Jesús Vega Mesa, es un hijo más, tan querido en este su Tamaraceite
Pedro Dominguez Herrera

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