Recursos despreciados y desaprovechados

Por: Luis C. García Correa y Gómez
Los pueblos que desprecian los recursos naturales están condenados.
La dependencia del petróleo - habiendo sustituto- es un cáncer que va corroyendo la sociedad hasta destruirla.
El desprecio a las energías renovables -existiendo, como existen- es otro cáncer de consecuencias similares.
No tratar adecuadamente las aguas residuales depuradas para su óptima utilización, es un pecado de lesa majestad.
La gran demostración de que existe Dios es que los canarios vivimos. Es un milagro constante. Sólo Dios podría protegernos.
Tenemos la posibilidad de usar y exportar energías renovables, y todavía hoy sigue siendo un lujo tenerla en casas particulares y en empresas. ¡Debería ser una obligación!
Es difícil hacernos más daño. Y, a pesar de todo, seguimos viviendo.
¡Milagro! ¡Milagro!
En Gran Canaria tenemos un río de aguas residuales - un recurso despreciado -, y, hasta donde se, - porque he solicitado información y no me han contestado- , la calidad de las aguas tratadas en la ciudad de Las Palmas, aún no es comparable a la que tiene la comarca del Sureste. Esta querida región de la isla ha pasado de ser la más desfavorecida y se ha convertido en la más rica. ¡Pregúntenselo!
No aprovechar, debidamente, las aguas residuales, por la mala calidad. Es inconcebible. No entiendo cómo aún seguimos vivos.
Quizá habría que preguntarse ¿Quién es el responsable? ¿Todos a una?
Si a esto le añadimos la deshonestidad, el coctel es mortal.
¿Quiénes reclamamos, - como pueblo e individualmente -, que las aguas residuales sean tratadas y se conviertan en aguas de gran calidad? Y también ¿Quiénes deberían oír esas reclamaciones y ejecutarlas?
Mientras el pasotismo, el individualismo y la no participación - en especial la de los jubilados, ciencia y experiencia acumulada de la sociedad – existan, no sólo seremos una carga social, sino que el progreso retrocederá, y las riquezas que tenemos se perderán o no se aprovecharán, con el consiguiente daño económico y social. Y no digamos ahora.
No hay derecho a que intereses económicos puedan arruinar o no desarrollar las riquezas naturales existentes, por la falta de participación de todos y cada uno de nosotros. Por la falta de participación de un pueblo honesto, que quiera a su tierra y no exija, a los responsables, que se desarrollen las actividades necesarias para su correcto aprovechamiento.
¡Qué nadie se queje si no da lo que debe y puede, participando, por el bien de la comunidad?
Sean anulados, separados y condenados los irresponsables y los maledicentes. Aunque sólo sea como ejemplo que ayude a evitar el mal.
Las necesidades de los demás deben estar por encima de las nuestras, dejando incluso a un lado los planes que habíamos proyectado (como hizo Jesucristo).
Cualquier crisis no tendrá solución mientras los recursos naturales no se aprovechen o se desprecian, por intereses económicos y políticos contrapuestos.
Depende de usted, de mí, del vecino. No hay solución sin la participación de todos, al menos de la mayoría.
¡Qué responsabilidad personal, empresarial, política, y social existe!
Confío y quiero al ser humano. Todo lo puede con la participación, y todo lo pierde con la despreocupación.

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