La Felicidad

Por: Luis C. García Correa y Gómez

La felicidad es a lo que aspiramos todos; por eso se podría considerar como el estado ideal del ser humano.
            ¿Es fácil conseguirla? Y ¿Cómo se consigue?
            Se necesita, según mi leal saber y entender, tener valores éticos o religiosos. Entonces es fácil conseguirla.
            Un individualista, resentido, pasota; egoísta o poco razonable... no creo que pueda tener la plena felicidad natural y humana.
            Aclaro: digo natural y humana, porque la total y plena felicidad sólo se consigue después de la muerte en la contemplación de Padre Dios.
            Todos podemos y deberíamos gozar de la plena felicidad terrenal, para eso hemos nacido.
            Es imprescindible que se dé el amor al prójimo, y hacerle participar de la alegría de la creencia en los valores y esperanzas que deben llenar el mundo en el que participamos. Además,  se sea creyente o no, La felicidad es alcanzable para todos, sin distinción de credos.
            Sin valores, es muy difícil alcanzar la felicidad: o no se llega; o se tarda muchísimo más.
            Los humanos nos distinguimos por el amor.       El amor es la vivencia de valores positivos que tratamos de concretarlos de cara a los demás  con hechos amistosos.
            Sin amor es imposible la Felicidad. La escasez de valores, - vivir de espaldas a ellos, y no digamos que estén ausentes de nuestra vida - su ausencia hace que el alma y el cuerpo se embrutezcan, alejando o apartando a la felicidad.
            ¿Hay mayor felicidad terrenal que amar y ser amado?
            Y ¡No digamos si ese amor se desarrolla en la creencia y vivencia del amor a Padre Dios, a la Virgen, a aquellos que nos han precedido en su marcha a la vida eterna!
            Entonces uno se acerca a la plena felicidad. El alma se llena del Espíritu Santo que hace que la felicidad rebose por todas partes.
            Deberíamos seguir por la vía luminosa de la fe. Si no se tiene fe, recomiendo, encarecidamente, que se busque, sin prisa pero sin pausa.
            Con ello, nos acercamos, muy próximos, a la plena felicidad terrenal, y nos llevará a la eterna.
            Hasta entonces, esforcémonos por ser lo que somos: humanos buenos, llenos de esperanza y amor, combatiendo al maligno, en especial con el  rezo o el ofrecimiento de un momento feliz, por los no creyentes.
Y no nos acostumbremos a elaborar nuestro propio credo con el fin de justificar nuestra conciencia.
            El alma es el gran catalizador de las vivencias y el gran indicador de los valores que tenemos y practicamos. Y la tenemos todos, creyentes como no creyentes.
            La meta de la búsqueda de la felicidad no debe ser condicionada a creencias, sino al mero hecho de haber sido concebidos por nuestros padres y haber nacido. Los creyentes tenemos que amar también a Padre Dios.
            Benditos seamos todos porque amamos al prójimo como a nosotros mismos, y seremos merecedores de alcanzar la plena felicidad terrenal, y luego, la eterna en el Cielo.
            Yo creo que allí nos encontraremos TODOS.
            Creo imprescindible la participación de todos en la búsqueda de la santidad por los valores que vivimos, creyentes o no.
            Para ello lo de siempre: “la participación es la solución”.
            En espera que gocemos siempre de la plena felicidad humana y luego la eterna, reciban el ruego de ofrecer un momento feliz por los no creyentes y un rezo de los creyentes, para con ellos poder gozar de la ansiada y necesaria plena felicidad. Para eso rezo constantemente y lo seguiré haciendo.

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