Los respetos humanos

Por: Luis C. García Correa y Gómez
La largueza en el cariño inspira al ser humano y lo hace comunicativo y expresivo. Los respetos humanos, el miedo al que dirán, no tienen ningún sentido.
La educación en valores, éticos o religiosos, genera comportamientos llenos de amor y respeto. Moldea una forma de vida plena y honesta de la que sería absurdo avergonzarse. Por ejemplo, por miedo a la opinión de los demás.
Los respetos humanos paralizan el bien y anulan las iniciativas de mejorar. La invisibilidad en la que pretenden refugiarse los timoratos es perniciosa. Y además es imposible. Actuar con naturalidad, con coherencia a las propias convicciones, con transparencia, siempre es beneficioso, porque abre espacio a la confianza. El diálogo sólo es sincero y profundo entre personas que no llevan una doble vida.
Una de las grandezas humanas es caminar con la cabeza levantada. Sin engreimiento, con humildad. Mirando de frente. Queriendo al prójimo. Libres de las cadenas que forjan los respetos humanos.
El respeto humano paraliza acciones que son necesarias para contribuir a la felicidad de los demás y la nuestra propia.
Actuar sin respetos humanos no significa desfachatez, ser un sinvergüenza. Actuar sin respetos humanos es actuar sin vergüenza. Es dignificar las relaciones humanas conjugando sinceridad y cariño. Es respetar y ser respetados, los únicos medios de conseguir la felicidad y la libertad.
Los respetos humanos dificultan la comunicación y, como consecuencia, distorsionan la información (la que se transmite y la que se recibe).
Si queremos ser buenas personas, tenemos que eliminar el temor a quedar mal. Necesitamos muchos ejemplos de vidas plenas, atractivas: referentes que sean faros luminosos en estos momentos de crisis de valores y de ausencia de participación.
La felicidad y la libertad son absolutamente necesarias para vivir mejor. Y las dos van de la mano. No es posible ocultar el amor a la libertad. No es posible ocultar la felicidad.
Hay que tratar de eliminar los respetos humanos, sean del tamaño de la clase que sean. Entorpecen el bien que podemos hacer con el decir y con el hacer. Anulan nuestra capacidad de ser felices y de contribuir a la felicidad de los demás. Quien se deja vencer por los respetos humanos no es libre. Se ha construido una cárcel en la que no cabe la felicidad.
Seamos lo que tenemos y debemos ser: seres sociables, que nos relacionamos para querernos y ayudarnos, "sin respetos humanos". Con el corazón y el alma llenos de alegría. Alabando a Padre Dios por todos los beneficios recibidos.
Que los respetos humanos desaparezcan por siempre jamás. Que seamos honestos. Que compartamos lo bueno que tenemos. Si no, caeremos en la tristeza porque y habremos coartado la libertad. La propia y la ajena.

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