Madrecita, María del Carmen

Por: Tomás Galván Montañez

A la madre valiente, ejemplo y vida. A la que lucha sola o en compañía, con luz o entre penumbras.
A la madre alegre y triste, dichosa y grata. A la madre que no se cansa de esperar, a la que llora cuando un te quiero se escapa de la boca apurada de su hijo.
A la madre que no cae en la desesperanza aunque la situación la empuje. A la madre ferviente, bondad y camino. A la que trabaja por el bien de los suyos. A la que sale a pintar soles amarillos en cielos grises y apesadumbrados. A la que responde con más amor a la desidia de su hijo.
 A la madre que enseña e instruye, que abraza y sonríe. A la que la lluvia no perturba y el viento no aturde. A la madre que ama sin condiciones, a la que besa y tranquiliza, que mira y calma.
 A la madre que mira a los ojos y reconoce ante la adversidad qué aterra a su pequeño.
A la madre de las madres, a la madre de los hijos. A mi madre, que me ama para que pueda volar. A mi abuela, que me ha dado tanto. A ellas les debo el milagro del amor. Y a Dios por concederme tan hermosos 
regalos.


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