La baja estofa de las humanísticas...

Por Antonio Domínguez
1 No me da apuro ninguno opinar así  con letras de las gordas empleadas. Los extremos o exageraciones comprendo no son buenas, pero peor es la opinión insulsa del siempre lo mismo. En el lo dijo el de la tienda, lo dijo el cura, lo dijo maestro Paco, lo dijo don leches, etc. ¡Ahí queda eso! Voy a decir de las omisiones de todos los dineros estancados de los que sus dueños no dan noticia.
Porque el mundo hizo dejación de sus filósofos y literatos con mayúsculas, o las letras, con mayúsculas, a lo grande, fueron abandonadas por los habitantes del mundo, se dedican ahora en general a la pelota –practicándola, poniéndole en espectáculo para que le disfrute el mundo entero- y los que van sobrando se van haciendo Bisbales, Chirinos, Pérez  Revertes  y  demás. Sigue aún la moda exacta; como se le da un premio nacional a un vino o a un queso que hay que sacar pá lante aunque sea diarreico (vamos, un purgante).
Formas modernas de acaparar dinero, que, aunque sean antiguas, las modernas, son otras por estar en tiempo distinto (¿Qué le parece el invento?). Grandes ganadores de dinero (aunque no son grandes ninguno, los hay más grandes y más pequeños); se retroalimentan en unos, otros; de sus amistades y contactos. En huida hacia adelante emulando la cobarde actitud del avestruz –por intuirse tullidos mentales- en obcecación sin límite.
 Están dedicados a las macanadas de los “best sellers” latinos, todos ellos lo más parecido a libros de autoayuda. porque no quieren ser reprendidos y enseñados, de las nobles y enaltecedoras conductas de los clásicos escritores de muy antaño (ya no hay Dickens ni Goethes, la moda lo impide, y el móvil también) que denuncian a su repugnante proceder, vicioso de acaparar dinero. Dicho vicio, asqueroso al santo, lo padecen grandes y los pequeños escritores; y solo se medio satisface en el volumen de su  arte y habilidades sociales para relacionarse. Sea como sea el triunfo, nada tendrá que ver con haberse brindado a un sacrificio de entrega monacal a la lectura. Único camino para poder después escribir. Parece un mal sueño, que gane un premio nobel quien ha leído solo dos tercios de lo que le hacía falta. En ignorancia total de ese tercio maldito faltante.
Metido aquí como detalle asunto similar, observamos a periodistas qué, como si su trabajo consistiera en la elaboración de leche merengada, tratan de desavenir, disconformes, al periodismo con la escritura. Dicen ser periodista y escritor  como si esas dos ocupaciones no fueran la misma cosa: escribir. Yo achaco esa aversión a qué llega, el periodista, asqueado del periodismo; a que, en el periodismo hay que mentir aunque sea por omisión (libertad de prensa no hay. Imposible que un periódico de papel se pueda financiar en total independencia económica… es más dependiente el de más tirada, obvio, por más gastos). Y ya como escritor, el periodista se mantiene; y defiende veracidades más simpáticas y de más incitación al cachondeo, que ver a Arturo Mas hablando el dialecto. ¡Es imposible que un hombre pueda ser él y lo contrario! Como es imposible que las escribidurías del periodista y del escritor hechas por una misma persona no sean exactamente idénticas de cuño. Ahora se llaman a sí mismos: escritores. ¡Menos mal! Que no se presentan como humanistas o literatos, eso se lo valoro mucho (algo bueno habían tener) puesto que escritores son todos los periodistas, sin más pretensión. A excepción de los deportivos que tanto se la echan por las lamentablemente  impresionantes audiencias y no necesitar  necesariamente formación por la María a la que se van a dedicar, con público receptor de cincuenta categoría.


2 En este mundo triste, debería tener cabida la conmiseración y apoyo a los débiles que el mismo mundo ha creado… le “da entrada” ese mundo, a la piedad fanática por mitológica y elaborada; como pía es necesariamente toda elaboración, que va más allá de la naturaleza (metafísica=mentira a estos efectos). ¡”Se chiflan”! cuando por pascuas trasmutan placeres disfrazados de altruismo; disfrutando una felicidad elaborada al antojo, que sienten en su interior los más cuando, cercana ya la gran comida anual (con pretensión de saciar hasta las hambres que verdaderamente importan), le dicen a otro: ¡felicidades!, ¡esas!, que sólo dan y sienten lo que siente y da la simple expresión, ¡nada!; como señal de radar que desde más allá de la antípoda de la naturaleza devuelve al ego, algo como el espejo: la propia imagen, reflejada en él.
Se pronuncia la palabra felicidades hasta aburrir, llevándola casi hasta hacer vomitar. En lo superficial todos sabemos que la felicidad no se puede comprar, ni mudar de sitio, ni repartir, ni nada por el estilo. Aquí se fastidia todo el mundo, ni se la puede proporcionar una chica de la sociedad”  voluntaria en sitios de caridad  a un pobre dándole un bocadillo, ni dicha chica puede experimentarla en este simplón gesto (que podría ser hasta de soberbia incluso ¡ojo!).
Dan sólo las migajas de lo mucho que les sobra ¡¡y porque no tienen donde meterlo!!; ya llenas todas sus alforjas, bolsillos, boca y dos grandes puñadas en manos (entendido esto como algo simbólico, referido a la posesión de cualquier cosa que tenemos por buena), rebosantes, cayendo al suelo lo que ya no pueden acaparar, asir o mantener. Es por lo qué, auto complaciéndose mucho (no le queda otra al rico hedonista), oye como en sueño clamorosos aplausos que le complican hasta la livido, cuando, con gran caridad cristiana, dan su permiso y beneplácito, desde su gigantesca estatura a los de abajo, para que recojan lo que cae al suelo, por humanamente imposible poderlo retener. Esto ya se eleva entonces a eyaculaciones y orgasmos por satisfacerse (legítimamente. Cada cual es respetable si se divierte con su dinero) del vicio placentero, más caritativo y caro del mundo: la caridad. Todos somos escoria humana, virus incombatibles; los que acabarán al mundo; sin embargo a pesar de ser absolutamente lo mismo, unos tenemos más que otros. Esos teneres de dotaciones naturales, económicas, etc. Solo los empleamos, ¡para eso sirven!; para correrse de placer, dando un pan al otro, dando un consejo al otro, dando trabajo al otro (bestia de carga y se dan casos de para usanzas múltiples), una manta al otro, para emitirle confraternidades al otro (sermones), servicios para salvación de su alma… excepción sea de compartir porque este, carece de lascivia, aunque no de posibilidad, la cual, lógico es, puede ser y llegar tanto a la aborrecible caridad, como por  haber puesto antes media tonelada de arena a propiciar la igualdad de derecho ético de los hombres. La caridad y la limosna sí son lascivas y hay que terminar pagando lo que sea, no así el compartir que se queda en el hoy por ti y mañana por mí.
 Porque como ya hemos visto complican la livido, no deben ser utilizados los teneres (en un mundo que tendría que ser igualitario) para vicios satisfactorios de descalabros mentales, intelectuales, intelectivos, filosófales de cerebros amortajados; solo que funcionando en cuerpo yacente en la primera hora después de morir; antes de las veinte y tres restantes, que cumplidas, será presentado a su sepulturero.
El mundo tiene que ser repartido en igualdad ¡esa es la verdad! Pero, como ya tengo dicho, la verdad es mentira. La limosna hipócrita y por placer no puede, ¡ese sucedáneo!, ser sustitutivo del igualitarismo. Ahora yo, de ser aventajado, no repartiría nada (valóreseme que tengo rozones suficientes para decir lo que nadie se atreve); pero tampoco caería en la desvergüenza de dar limosna. Yo no soy malo, le paso la papa fría a Europa, que es quien manda, para que la caliente y se queme antes de pasársela a sus pobres víctimas que “gobiernan en Madrid” los paripés que han acordado y firmado.


3 Las ONG vergonzantes (presuntamente y salvando las excepciones), enfermas en sí mismas antes de nacer, como aborto de una sociedad cruel y despiadada, no en el reparto, que no existe como gesto totalmente desinteresado, imposible; sino como empresa organizada, que de organizaciones y organizadores ya a estas alturas lo sabemos todo; sino que están más bien orientados a la consecución de tesoros, como piratas, de lo que los periódicos han dado muchas señas para hacer pensar a uno, como venimos diciendo, que no lo reparten todo. No vamos a decir aquí que den solamente las migajas, y total para nada. No se pueden comer nueve platos a la vez, ni ponerse dos americanas al mismo tiempo. “Van a enterrar su tesoro en una isla desierta”, a la que no pueden arribar jamás en una segunda oportunidad, para desenterrar su nada corriente cuenta, porque si lo intentan le envenenan sus propios hijos (las cobras engendran sólo cobras). Enderece la oreja a escuchar lo que le sentencio ahora, sacrificado lector: son muy de temer hijos con arrestos y son muy homologables a las cobras ante cristiano, empinadas matándoles de terror; pues, en los instantes en qué se padece de verdad, morir, es el alivio de los tremendos alivios. ¡¡Hay terrores que no justifican la vida!!
Es desalentador cómo tratan los hombres de individualizar el desastre. Poniéndole nombres en particular: desastres de la guerra, desastres de la mala conducta, desastres de la droga, creencias, Nostradamus, el más allá, etc.... cuando todo esto está inmerso en el universal desastre que somos. Lo de siempre: ignorar, dividir el universal desastre para meterlo fraccionado donde mejor quepa. Genuinas y claras mariconadas, que de no serse persona auténticamente formada y se ve muriendo con órganos vitales reventados por la enfermedad, después de haber llevado una vida pobre en todo sentido ¡¡y encima se va desalado!! Porque tiene que liquidar con Dios. El pobre diablo, no ha tenido a nadie que le diga que Dios no mata una mosca con su mano. ¡Eso sí! Antes de echarla al mundo le puso un chip de obsolescencia programada.


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