Línea 47
Por Pedro Domínguez |
Simeón llegó asfixiado a la parada del Centro Comercial Tamarana. Un muchachillo que estaba oyendo música con su móvil se quitó un auricular e imaginando lo que le iba a preguntar el viejo, le dijo:
-¿ La 47?.
- ¡ Si ¡ - dijo Simeón con mirada anhelante y facciones desencajadas.
- Acaba de pasar -le dijo indolente y casi con desprecio; se puso el auricular y siguió oyendo música.
Domitila llegó balanceándose, aunque más se movía su bolso negro que llevaba en la mano, del mismo color que el riguroso luto de sus ropas que le había impuesto la tradición. Contrastaba el carmín de sus labios, que parecían que se habían pintado a brocha con mano temblorosa . El sudor transparentaba en el maquillaje los surcos de la cara.
Era sábado e iban al puerto a encontrarse con su hijo y su nuera que venían de Tenerife. La guagua de las 18:25 se les había escapado; la otra pasaba a las 19:05.Uno que acababa de llegar hizo el comentario de que había que estar 40 minutos esperando y que después haría un recorrido de una hora para llegar al Puerto. Ellos estaban sobrados de tiempo. El barco acababa de salir de Tenerife, por lo que Domitila ,que tenia dominado a su marido, le mandó a tranquilizarse alegando que no había prisa y que allí estaban bien sentados.
Simeón, por las urgencias y gritos de su mujer, no había hecho pis como siempre acostumbraba antes de salir y estaba ya sintiendo la necesidad de orinar. Pensó que cuarenta minutos de espera y una hora en viaje, no iba a aguantar. Ya en ruta, cuando salían de Las Majadillas, Simeón, que no quería decir a su mujer de la necesidad que tenía porque ésta le achacaba siempre que lo hacia adrede, que cuando salía con ella le amargaba los paseos…
-Podemos bajarnos en Las Arenas y allí tomar café –le comentó.
-¡ No! –dijo ella- Los fines de semana las guaguas pasan cada hora y entonces sí que llegamos tarde.
Simeón pensó con enfado que llega antes un barco de Tenerife a Gran Canaria que lo que tarda la 47 en hacer su recorrido. Otras veces, su hijo venía por Agaete y cogían la 91: mejor servicio y mas rápido sin tantas pasadas por el mismo sitio. En la estación de San Telmo bebían café e iban al servicio y la guagua del norte que les transportaba se detenía unos minutos en Galdar para que los viajeros hicieran sus necesidades.
-¡ Y esto qué es ¡-se le escapó a Simeón cuando el vehículo enfiló como para el norte sobrepasando el Auditorio Alfredo Kraus.
- A los políticos deberían montarlos en esta guagua, sobre todo en los fines de semana, pero como ellos tienen coche… -algún improperio más dijo un pasajero como contestando a la exclamación de Simeón, que ya estaba a punto de mearse.
Se lo dijo a su mujer como para prepararla por la mojada de pantalones que creía inminente, a lo que ella le pidió que aguantara, que ya iban a llegar.
Cuando la guagua paró en las inmediaciones del muelle, Simeón salió como un loco, como si llevase un explosivo en el cuerpo. Hubo un pequeño relajamiento de su contención al saberse en la meta, detrás de una furgoneta, lo que hizo que antes de terminar de desabotonarse la bragueta, estuviera todo meado.
Ellos llegaron a la par que atracaba el barco. Simeón, a pesar del frio, con el pulóver en la mano tenía que taparse la entrepierna; le esperaba el ir a comer algo por ahí como siempre hacían y aguantar los reproche de Domitila.
Comentarios
J.J. Mujica
Y cuanto a la idea de la 47, bastaría con volver a aquel recorrido que tuvo la guagua cuando llegó a Tamaraceite en el 82 y entonces era la 42.