Reflexión sobre el Carnaval

Por: Sergio Naranjo
Existen pruebas históricas irrefutables de que una vez yo era chico, por lo menos de pescuezo para abajo, y en aquellos fines de los sesenta, al volver del Masapez, éramos embestidos sorpresivamente por “las mascaritas”, aquellos horrorosos seres compuestos de sábanas, paños de vieja para cubrirse la cabeza y caretas hechas con cajas de zapatos vueltas del revés, que contenían los agujeros elementales y se pintarrajeaban al gusto. La voz en falsete y las danzas alrededor me aterraban, mientras mi padre reía a carcajadas y no me defendía de aquella presentación, más próxima a los actuales espectros de Halloween.

Más tarde me parecieron simples caraduras, y en alguna ocasión acabé a la piña limpia con ellos por eso, porque venían a buscar güevitus y si no se los dabas te llenaban la casa de barro. El mísero gallinero que malamente nos surtía quedaba saqueado si uno no les hacía frente. Después se iban cerca de la casa de Dionisita o Mariquita a hacer tortillas, a beber ron, y cuando una cosa y otra habían hecho su trabajo, a darse trompadas, todo ello mientras sonaba alguna guitarra y mucho acordeón toda la tarde.

Cuando se murió Franco nos vinimos a enterar que aquello era ilegal, pero yo recuerdo a unos bebiendo, gritando y dando piñas arriba, y la pareja de la Guardia Civil bebiendo en la tienda de Juanita, cincuenta metros más abajo. Con todo lo cual, carnaval era signo de degeneración que una familia católica y apostólica como la mía no podía aprobar. No se había enfriado el cadáver del dictador y la noticia que nos sobrecogía era ver si al final se hacía carnaval o no, aquella pelea entre los pioneros de La Isleta y el gobernador civil de que nos informaba puntualmente el Diario de Las Palmas en los bazares de Tamaraceite. Y nos llamó la atención.

Llegaron Rodríguez Doreste, Manolo Vieira y todos aquellos, llegó la ilusión, se entendió la fiesta y se hizo nuestra. Aquella diversión ya me gustaba y de ella el concurso de murgas. ¡Qué distinto lo veo ahora! Yo recuerdo ser una de aquellas diez mil personas que abarrotábamos la final de murgas y que saltamos como demonios cuando aquella murga cantó chicharrero el que no baile.

No voy a relatar cada una de las cosas que se hicieron, porque todo el mundo las sabe. No voy a decir que aquello era mejor que esto, cada día tiene su afán, y cada época más. Pero las murgas de ahora no me gustan. No las entiendo. No sé qué dicen. Son agresivas. Hoy tengo la sensación de se sigue también en los Carnavales la línea de esta sociedad. Si discrepas, si te expresas en contra, si aportas una idea, si recuerdas algo, eres inmediatamente recriminado, obligado a callar, a tragar y aplaudir lo que tenemos. Se te crucifica, se te agrede, eres chillado, injuriado y pocas personas se avienen al comentario sereno.

Mi reflexión en voz alta surgió cuando mi hija, el domingo, llegó a la casa desilusionada. Me dijo que se aburrió, que aquello era como las romerías, que no vuelve más. Uno, como ahora suele hacer la cabalgata desde donde puede dejar el coche hasta el Negrín y vuelta en Taxi si hace mucho calor, no está conectado. Pero algo hay que debe cambiar, ¿no les parece?

Comentarios

Mireya Coromoto ha dicho que…
Ja,aja, ja, Caballero qué humor tiene! Con lo serio que se le ve en la foto, jaja. Me encanta su reflexión sobre el Carnaval. Soy nacida del pueblo de Mogán, y viví también lo de las mascaritas e igual que usted con terror. Muchas gracias por recordarnos esos tiempos pasados y ver la escena desde otra perspectiva. Un saludo.
Eva Mª ha dicho que…
¡Ahora te he puesto cara Sergio! Soy la madre de Mensy. Y yo al igual que tú y Mireya le he tenido y le tengo ¡muchiiiiisimo! respeto a las caras tapadas, jeje. A mi por lo menos me fatidia en cantidad que alguien con la cara tapada me esté dando la murga ¡vamos! como que te conoce de toda la vida y una rompiendose el coco pensando: ¿Quien será? Ni me gustaban de niña ni me gustan ahora, para mi es algo a comparar con los lagartos, me encantan porque me recuerdan los dinosaurios... pero de lejos jeje. Pues lo mismo con las mascaritas. ¡Bien lejos!
Tienes mucha razón cuando dices que ya las letras de las murgas no se entienden,antes hasta te quedabas con sus letrillas en mente por un tiempo porque eran graciosas y pegadizas pero ahora ¿Qué dicen?
Saludos.
Sergio Naranjo ha dicho que…
Pues habrá que aplicarse el cuento y cambiar el afoto para salir sonriente.
No se me vaya a poner la cara igual que la voz y entonces no haya quien me mire.
Un saludo y gracias.
Anónimo ha dicho que…
¿ Sergio es ingles ? ¡ Que flema !
Sergio Naranjo ha dicho que…
#No, de San José del Álamo. Pero reírme de mí es lo mejor que he hecho en la vida.Total, todos los días pago impuestos para que otros hagan lo mismo...
Gracias por el comentario.

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