Nada de anonimatos

Por: Luis C. García Correa y Gómez
Nadie debería tener una propiedad que no figure a su nombre.
El anonimato no debería de existir en la sociedad.
Sería muy saludable que todos supiesen quiénes son los propietarios, tanto de las empresas nacionales como internacionales. Sabríamos quiénes son los propietarios de los supermercados, de los laboratorios de medicinas, de las fábricas de armas, etc.
Podría darse el caso que una misma persona fuese propietaria de la producción de medicinas para sanar y de armas para matar (confiando que las medicinas sean para sanar, y no para prolongar la enfermedad).
No creo bueno el anonimato. Tanto para saber quién hace buenas obras y felicitarlo, como quién las hace malas.
La libertad, ese maravilloso don de valor incalculable, nos permite hacer el bien o el mal.
El cielo es de los arrepentidos.
La libertad la estamos ejerciendo constantemente.
Nuestros actos tienen influencias en los demás, repercuten en los otros. Ejercemos un poder en nuestro ambiente. Seamos pobres o ricos, cultos como los incultos.
Debería de desaparecer el anonimato, que puede ser refugio del mal.
Confío que los humanos nos sintamos orgullosos de nuestros actos y nos podamos felicitar porque hacemos el bien, y que lo sepamos todos, para alegría de hacedor (del que lo hace), como del receptor.
Nada de anonimatos en todos los distintos órdenes de la vida.
Esto obliga a hablar también de la intimidad, a la que todo ser humano tiene derecho, y, como tal, se les respeta.
No debemos confundir intimidad con anonimato.
En resumen: Que cualquier persona pueda consultar en internet quienes son las personas concretas que deciden en última instancia.

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