Ayudar a grabar los nuevos valores.

Por: Luis C. García Correa

    No pongo en duda que los jóvenes de hoy tienen valores, aunque algunos sean diferentes a los de los mayores.
      La diferencia no es obstáculo para la comunicación. A los de mi generación, los que entonces eran mayores, nos enseñaron valores, en especial valores religiosos. Y nos enseñaron a ser consecuentes con ellos. De igual modo, los que hoy somos mayores podemos acompañar a los jóvenes en la búsqueda y la vivencia plena de los valores.
         El ejemplo es muy importante.
         Nuestros actos deben reflejar nuestros valores.
         Los actos de los jóvenes también deben ser la vivencia de sus valores.
         Los valores no son teorías. La actuación de unos y otros es lo que les da vida.
     El crecimiento de oeneges pone de manifiesto que los jóvenes tienen valores. ¡Cómo siempre!
       Hay integrantes del 15 M, honestos e idealistas, con valores, que deben ser ejemplo para los que no los tienen.
         ¿Qué ayudó a los de mi generación a fijar los valores?
         La educación de nuestros padres, su confirmación en los colegios y en el ambiente.
         Desde niños vimos, oímos y vivimos los valores. Aprendimos que aprender es necesario, pero insuficiente: hay que esforzarse por poner los valores en práctica. Y aprendimos que siempre hay tiempo para rectificar.
         Los niños de hoy deben ver, oír y vivir los valores.
         Vivir en y con valores no se improvisa.... Vivir en y con valores no termina nunca. 
         Hay que empezar desde niños.
         La mayor obligación de los padres es transmitir valores a sus hijos.
       Nuestros padres cumplieron esta tarea con esfuerzo, dedicación, constancia y cariño. No conozco otra receta para los padres de hoy en día.
        Ser consecuentes: la coherencia es la pedagogía adecuada para enseñar y transmitir valores.
¿Creyentes no practicantes? Los que tenemos fe, sabemos que la incoherencia es estéril.
Creyentes practicantes. Cuesta, no es fácil. Pero no estamos solos: confiamos en la ayuda de la oración.
Pero educar en valores y vivir con valores también obliga a los que no tienen fe.
Así, unos y otros, colaboraremos a vivir aquello para lo que hemos nacido: ser felices. Solo lo seremos si vivimos de acuerdo a nuestros valores, seamos jóvenes o mayores, creyentes o no creyentes. Todos, pero sin olvidar la obligación que tenemos de ayudar a gravarlos.

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