La enfermedad física y anímica

Por: Luis C. García Correa
Un largo, extenso y prolongado herpes zóster me ha hecho rememorar la enfermedad, y añorar qué maravillosa es la salud.
Me había olvidado de que la enfermedad no es simplemente la falta de salud. Tiene también efectos derivados y colaterales tan molestos y perniciosos como el núcleo mismo de la propia enfermedad.
No sé. Vivo sensaciones y efectos desconcertantes.
Comencé, seguí y sigo con un decaimiento físico y anímico. Mi actividad física e intelectual es mínima, me esfuerzo sobremanera y poco consigo en relación, pero no ceso en el intento. Como ahora en este esforzado momento.
No estaba acostumbrado a esta inactividad, y me entristece. Confío sea algo temporal.
Después de jubilado aumenté en grado sumo mi participación en la búsqueda del bien común. Pero ahora voy a ralentí.
Había llegado un punto en el que disponía de más tiempo y en consecuencia he podido tratar de cumplir mi propósito de trabajar por los demás. Sin pedir nada a cambio. He tratado de hacer de este propósito una auténtica obligación que me parece aconsejable a todos los jubilados que ya cobramos nuestra paga. Pero en este tiempo la enfermedad me ha anulado grandemente.
Desgana, cansancio, aburrimiento, incluso tristeza. Todo esto me impide cumplir con  la obligación de la honesta participación social, el ideal de mi vida.
Apenas actúo en las tan deseadas y necesarias redes sociales: Fabebook y Twitter.
Y no digamos en mi blog: lugarcorrea.blogspot,com.es.
Este blog llena mis ilusiones y responsabilidades. Nunca llegué a pensar, ni remotamente, que me pudieran leer 63 países y una media de más de 40 visitas diarias.
Estos gozos y obligaciones han quedado al mínimo por mi enfermedad, que es lo que me produce esa tristeza y soledad.
Rezo mucho, -  al menos me lo creo -, para que Padre Dios restablezca mi salud cuando Él lo crea convenientes, y le ofrezco estos sacrificios e incomodidades para que le dé el uso que crea conveniente.
Lo que no ha disminuido mi enfermedad es mi amor a Padre Dios y a todos ustedes. Quizá el echarles de menos por la falta de comunicación aumente el deseo de quererle más. No lo sé, me lo parece.
En espera de volver a restablecer mi normal actividad y comunicación, hasta entonces reciban la bendición que le pido a Padre Dios para todos ustedes así como la mía, aunque algo chafada pero no mermada.

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