EL HOMBRE: ABSOLUTA MENTIRA. SU VERDAD: INVENTOS MENTIROSOS.

Por Antonio Dominguez Herrera
Primeramente y a la atención de los creídos, no tiene pequé ser mas formado el que vive en la casona que el que vive en la choza. Los que vivíamos en cuevas o chozas, teníamos cuidado extremo de no sobresalir ante pseudointelectuales – igual que yo- que de serlo servirían según Foucault para enseñar a los inocentes, a la gente, que son más libres de lo que se sienten. Pero claro, venidos y devenidos estos del colegio Corazón de María. Teníamos miedo a sus influencias. Ahora acabados los cornetines de orden, los racionamientos, toques de queda y demás, ya estamos envalentonados a decir: ¡¡quieto ahí, ni un paso más!! Ellos se quedan asombrados por las desacostumbradas insolencias; pero se siguen creyendo dueños de la plantación y del saber no esclavo; por la costumbre en la interminable, casi eterna dictadura –aquella pesadilla- de no poder rechistar – ni siquiera nos atrevíamos a decir adiós a vecinos potentados de deambular a pescuezo tieso sin mirar siquiera al de la cueva de La Montañeta. La mayoría de ellos cogían micrófono en las fiestas del pueblo para dirigirse en masa a los que uno a uno ni miraban al pasarles al lado; ante muchos bañados en lecturas; de libros prohibidos que ellos no cogían porque estaban no recomendados por la Santa Madre Iglesia y por San Francisco Franco. De un millón de pesetas poseído, sacaban una para dársela a un pobre, entre un millón, y después misas: que Dios te crió. La  peseta era dada, no para aliviar al pobre, sino para poco a poco –en mínimos plazos- ir comprando a Dios un solar allá en el cielo.
Cuando todo es falso, la mentira como la verdad tienen una vis a vis, un referente reciproco. Un cara a cara desde la truculenta imbecilidad personal (cada uno se come la suya) la verdad y la mentira, tanto bien como mal versada se descolocan en amasijo de caos perfecto en el que mejor se entienden los hombres. El chusco resultante es el pan de la verdad y la mentira y viceversa, no hay más pan tan metido en la inmaterialidad; ni realidad metafísica más grande metida en lo más profundo de la más ignorada esencia. Ni se moleste. Esto es mucho hasta para concejal de ayuntamiento con dos municipios a su cargo.
Hay que saber que los conceptos se descolocan, se resbalan hacia sus afueras en corrimientos que se deben observar, ver los “movimientos” por lo menos al bulto y cuantificar –si no expeditivamente,- sí ver su evolución, su coseidad (cosidad), y caer en la cuenta siempre –mejor ESTAR en la cuenta- de que nada es blanco o negro y que el ser humano es muy feliz cuando considera a Dios un amigo (y no como a alguien ante quien hay que irse de pavor) se puede inhibir de rezar ocho veces al día, y no cree una desgracia no llegar a tiempo a misa.
Esas dedicaciones plenas –a tiempo pleno- a un Dios que no nos agredirá en ningún aspecto y sentido, es plenamente miserable porque él no ha dicho todavía que necesite palabras de amor en oración de un mentecato; que blasfema calculándose a su imagen y semejanza; eso es imposible, porque como toda semejanza es reciprocidad, Dios sería a su vez un mentecato.
Es ilusorio e instigador al llanto ajeno cuando se habla de la verdad desde recoveco particular; de una verdad particular pero, desde ahí, universalizándola como la verdad única, pisoteando en lagar de desprecio los millones de “verdades” a las que otros consideran ¿por qué tiene que ser verdad algo en que se está de acuerdo; algo estatuido como verdad, con concelebración de cleros, iglesias, leyes y estados? La verdad –“cuando la es”- es como los prados, qué, inmensamente poblados y mayoritariamente de una clase-variedad de hierba, no puede impedir que crezca el rabo de gato, el pino y la tabaiba. Toda verdad que no nace de natural sucia, se encenaga y enfanga en la atmosfera de mentira que es el mundo: desde que le da el aire. ¿Quién ante lo que se le antoje puede decir “estoy ante una verdad pura”? Pues, ya usted ve, lo puede decir cualquiera; siempre que diga el añadido: ¡¡según mi opinión o, bajo mi punto de vista!!  “Sin un poquito de vaselina” nadie puede decir de verdad alguna limpia y pura, de esa no sabe nada –o poco- ni el Papá Noel.
Sentar cátedra a base de sermones desangelados al estilo de los púlpitos templarios dirigidos a vasallos con mano permanentemente en el puño de la espada, por no entender ninguna otra explicación, tenían que ser muy sencillos; en beneficio de poder algo trasmitir. Hoy los sacerdotes, verdaderos sabios de las letras comprometen más en sus alocuciones porque el pueblo entiende un poquito más, pero luego está el sacerdote frustrado: el que va de cura fuera de la curatería; sin iglesia ni título alguno para impartir doctrina. Y hablan de los conceptos trascendentales como lo hacían los curas en el año 500 ante audiencia de salvajes; solo lo muy básico para que pudieran entender. Estos curas, que no lo son, se tiran al suelo de rodillas, unen sus manos y las elevan apuntando al cielo, y, pobres criaturas, hablan directamente con el más grande.


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