´¿Qué título hay para esto?

En la plaza de Tamaraceite, que es mi pueblo, de niño me lanzaba por la baranda de su escalera boca abajo y de cabeza, a patinar con mi cuerpo hasta que llegaba a la punta de abajo del muro-baranda y en el preciso instante de esa llegada, ponía las manos en su fin; lo que hacía que el cuerpo se levantara y se deslizara la pelvis, a ponerse en perpendicular con los hombros, lo que facultaba, caer de pie en el piso de la plaza. Mientras tanto podía estar aconteciendo, al mismo tiempo, que José el negro y Tista, estuvieran subiendo la otra parte ala de la escalera, sorteando los peldaños con las manos, consiguientemente con los pies virados para el cielo. Todo ello en porfía ¡porque todo! Era desde el punto de vista de: ¿tu eres capaz de?... Esto se trata de un sábado de la chiquillería, pero también eran dueños del dichoso sábado que nos saldrá hasta por las orejas, la hombría y el “mujerage”; y ocurría en los lances y las cuitas de las personas mayores, !que pasaba de todo!. Pero vamos a decir en el estilo y contexto de este texto, que cuando Perico “El Atravesado”, fue a beberse los dos botellines con sus dos tapas, que todos los sábados se echaba en el bar de Cristóbal, cogió a su dueño, siendo ya por la tarde, malamente recuperado de una embestidora amanecida; y preguntó el individuo de bronceado total: “¿que tiene de tapas?”.
 Don Cristóbal le cantó de voz veintiocho tapas de cocina (era el bar más surtido de Gran Canaria los fines de semana) y Travieso insistió: ¿no tiene más nada? El oriundo de Agaete le contestó que sí y le cantó una pacotilla de enyesques canapés y embutidos, que dejó al susodicho “El Atravesado” en el estado del yogui totalmente indeciso; como perro que apunta conejo. Hasta que al rato se decidió por un salpicón de pescado. Cuando Don Cristóbal iba penetrando en la cocina en busca del recado,  al de moreno subido le vino a la cabeza la ropa vieja y la demandó; después fastidión dijo el altamente bronceado cliente: ¡estará caliente! Y Don Cristóbal contestó ¡¡¡como un macho!!!
En homenaje a J. J. Mujica, por haberme agradado diciendo que yo de verdad conozco el pueblo.

Por: Antonio Domínguez Herrera


Comentarios

Sergio Naranjo ha dicho que…
¡Qué bueno, Antonio! Y qué falta hacen artículos como ese...
Eva Mª ha dicho que…
¡Comentario genial! Esa plaza en la que yo tenía "las canillas" todas llenas de moretones o "cardenales" (hoy hematomas)la baranda del centro donde una vez metí la cabeza por ella y casi no la saco de allí, jajaja, esas berbenas en la plaza donde mi madre me pasaba en brazos tapada con la pañoleta y le decía a quien no dejaba pasar niños "¡Es que la llevo dormidita!" y luego me ponía en el suelo junto a ella. ¡Cuántos recuerdos de esa plaza! Para ti, para mi, para todos los tamaraceiteros de nuestro tiempo,plaza de las primeras ilusiones de novietes y novietas, donde nuestros padres se permitían (al menos los míos) ir a buscarte si tardabas mucho y si cuadraba, un "cogotazo" (hoy colleja) que queda más suave.
Gracias por reavivar estos recuerdos, porque nos hacen sentir vivos y pensar que aunque hoy hay más comodidades y más tecnología, nosotr@s podemos pensar eso de "cualquier tiempo pasado fue mejor" al menos era una vida más confiada, más sana, sin miedo a tantas cosas que pasan hoy.
Sergio Naranjo ha dicho que…
Aún en los años setenta, mi hermano metió una vez la cabeza en aquellos chirimbolos y se armó la marimorena para poderlo sacar. Todavía recuerdo su cabeza, roja como una cebolla, y el viaje de gente, el ridículo de mi madre... y el toletazo (maltrato a un menor) que mi padre le jincó después.
Eva Mª ha dicho que…
¡Ay Sergio! ¡Qué bien lo explicas!Y ¿Quién quita que yo me llevase un guantazo? Mi padre tenía una manaza...pero mi madre no se quedaba atras, jeje.
Mira si mi padre tenía una manaza fuerte que antes cuando tenías un ¿orzuelo? decían que se calentaba la parte de atras de una llave (llave de las de anteeeeeees)se calentaba en la mano, al menos en la de mi padre que eran manos muy rudas de trabajar en la finca y en la herrería, la llave se quedaba quemando, cuando te la ponían en el ojo... ¡Qué cosas Dios mío! así que imagina un tortazo con esa mano...jeje
Anónimo ha dicho que…
Antonio Domínguez Herrera dijo... Don Silverio Molina (Silverito), un gigante, grande como el pino de Teror, con el pecho amplio como el frontis de la casa da Don Paco Aguilar. Vivió en Tamaraceite; noble como un niño; empático, conmiserado a tal punto que se le plantaba una lágrima ante cualquier adversidad que viviera alguien del pueblo, que entero, era todo él su amigo.
Rindo homenaje a mi gran amigo Silverito, a pesar de la diferencia de treinta años que me llevaba y por extensión a ti Eva María Molina, su hija ¡y a todo el pueblo caramba! por su especialidad dando personas de calibre en cualquier sentido. Gracias Eva y saludos.
Anónimo ha dicho que…
Antonio Domínguez Herrera dijo... A ti Sergio te agradezco tus comentarios puntuales y acertados que contribuyen decididamente a dar caché lógico-ético a cuanto digo, que se tornan más indiscutibles. Gracias Sergio, amigo . Saludos.
Eva Mª ha dicho que…
Gracias a ti Antonio por tus palabras y... ¿Porqué no? Por "desenpolvar" recuerdos de personas de nuestro querido Tamaraceite, vaya mi cariñoso recuerdo para tu padre Maestro Pedro,persona que recuerdo muy educada, tranquila y serena, que fue el primero en cortarme el pelo según contaba mi madre. Saludos

Nota: Sería muy bonito que muchas personas de nuestro tiempo (Qué no somos tan viejos ¡caray!) se animase a contar sus vivencias.

Entradas populares