El derecho al trabajo

Por: Luis C. García Correa y Gómez

No creo que exista persona alguna que no crea que el trabajo es un derecho y un deber.
         Es un derecho, porque ganarse el sustento y realizarse como persona útil a sí misma y a la sociedad es una necesidad.
         Es un deber pues debe desarrollarse con profesionalidad y con honestidad.
         El trabajador, para trabajar en condiciones y producir beneficio, necesita conocimientos, honestidad, dedicación, educación y profesionalidad.
         El empresario, para generar riqueza y contribuir al bienestar personal y social, necesita conocimientos, honestidad, dedicación, educación y profesionalidad.
         La empresa debe ser un lugar en el que el empresario y el trabajador ganen y se realizan como personas, contribuyendo al bien recíproco y al bien de la comunidad.
         Como es natural, el empresario y el trabajador generan y obtienen un beneficio, para ellos y para la comunidad.
         Ambos, trabajador y empresario son imprescindibles.
         El progreso económico justo, social y particular, es fruto del trabajo bien hecho.
         El cimiento del progreso es la honestidad de todos. Aquí no hay excepciones.
         El binomio empresario / trabajador, movido por la honestidad, genera riqueza, y es principio, medio y fin para la subsistencia de los elementos que lo conforman.
         Ambos se complementan.
         Separarlos por clases, parece un disparate: genera un antagonismo innecesario y estéril. Las personas -trabajadores o empresarios- no se pueden utilizar para fines de partido. Las personas -trabajadores o empresarios- no se pueden rentabilizareconómicamente.
         ¿Qué empleado se marcha de una empresa honesta?
         ¿Qué empresa honesta se desprende de un empleado honesto?
¿Los hay malos? Sin lugar a dudas. En todos los sitios.
¿Los hay buenos? Sin lugar a dudas. En todos los sitios, también.
¿Es correcto que un empleado pida al empresario que le eche, si sabe que la indemnización le puede representar a la empresa un quebranto económico grave?
¿Es justo que un empresario eche a un buen trabajador por razones injustas, si conoce el daño que le causa a esa persona?
Cualquier abuso, venga de donde venga, es una injusticia y la sociedad lo debería castigar. En especial cuando grandes empresas (empresas perversas, habría que añadir) consideran al trabajador como una pieza y no como a una persona.
Lo mismo se puede decir del trabajador que daña a la empresa con su comportamiento deshonesto y con su falta de rentabilidad.
El derecho tiene obligaciones. El deber también.
El sentido común, la buena voluntad y la educación son grandes ingredientes que cooperan al bienestar personal y social.
El trabajador y el empresario deberían reconocerse en el lema de los Reyes Católicos: Tanto monta, monta tanto.
En momentos de crisis, hay que desterrar los comportamientos insolidarios. La recuperación será el ave Fénix que renazca de las cenizas de la buena voluntad, de la honestidad y de la laboriosidad.
         Todo lo demás son entelequias o maniobras viperinas. Un mal perverso y no deseable.
         Como siempre: “la participación es la solución”.
         Para cambiar radicalmente la vida social y económica, se necesita que la justicia gobierne el mundo del trabajo. Ese trabajo que es un derecho y una obligación.
         Sin esos cambios todo seguirá empeorando.
 
 

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