Desde el saber básico



El pensamiento es una esencia; con esa esencia se nace y se vive toda la vida; el pensamiento menos versátil o el más, (el que es genuino y no pensamiento del conocimiento) da lo mismo. Con él se vive siempre, se muere con él, es decir, ante la dificultad del asunto, no es una especie de espíritu manejado por los videntes que “solo ellos pueden ver ni tocar”; en nuestro caso es física absoluta porque no solo deviene, sino que viene; se produce en el cerebro en su dinámica mecánica, física,  biológica, química etc. Ya se que esto puede parecer muy raro, (no a usted, lector avisado).
Concateno (me hecho fuera) para decir que en el sistema están tan preparadas las cuestiones de estilo, que todos los puntos de partida quedan establecidos por el poder que corresponda, que al grito de ya, pa’ lante todos. Esperando hacerme entender con estos escurridizos paralelismos y metáforas; no estoy muy acostumbrado a tener el conocimiento entrenado para decir; creo que no permite el sistema mirar atrás, sino que enfrasca a huir, poniendo cada vez más cerca las metas, de los puntos de partida, hasta que llegue el día (ya no lejano) de dejarnos sin metas y llevarnos al caos absoluto, que sueñan, donde zarandearán grandes botellas de champán, con el dedo gordo en le gollete, y rodarán un poquito el dedo gordo, para que salgan a presión “las grandes pringadas, que pringarán” y no asombrarán al sumido y moldeable personal, que estará celebrando un evento cualquiera. Se les dirá desde la tribuna ¡campeones! Y todos gritaran ¡campeones!, ¡campeones!, aún sin saber de qué. Se les gritará ¡muerte al  infiel!, y todos gritarán ¡muerte al infiel! olvidados totalmente que para eso, hay que ser primero moro. Lo que hay ahora mismo en todos lo cerebros que están vivos, ni mejorará ni empeorará. Bajo ningún aspecto se pierde la pugnada posición, muy lamentablemente; se mejore o se empeore con ello; y si no pregúntenselo a Goethe que fue el que dijo: “No hay tiempo ni fuerza que rompa la forma acuñada que se desarrolla viviendo”.

Antonio Domínguez Herrera.

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