¡Si quiero no tengo nada que hacer!

Por: Luis C. García Correa
¡Cuántas personas útiles, sanas, con tiempo y en sus plenas facultades físicas e intelectuales no hacen nada por los demás!
No sé el porcentaje, pero por la ausencia y necesidad de ellas, deben ser  muchas.
Contando  sólo entre los parados y pensionistas que cobran  ¿cuántos hay? Hay para cambiar el mundo.
¡Qué espato, Dios mío! ¡Qué insolidaridad!
Hoy, y siempre, se necesita el concurso de los demás  para la  felicidad propia y ajena.

Es de un egoísmo exacerbado tener posibilidades y conocimientos y no utilizarlos en el bien de los demás. Guardarlos para si ¡¡qué egoísmo!!
He oído la siguiente frase, y con demasiada frecuencia: “me he ganado  el derecho a no hacer nada”. ¿Quién  tiene ese derecho y quien se lo ha ganado? NADIE, NADIE.

Usted se habrá ganado el derecho a tener una pensión, pero jamás a no hacer por los demás.
¡Qué aburrimiento! ¿Qué harán durante todo el día? ¿Cómo es posible  vivir de esa forma tan egoísta y aburrida?
 El egoísmo es un mal,  incluso contagioso. Igual debería ser el desprendimiento; ser una  persona dada, entregada; que desea hacer cosas y colaborar para el bien de los demás.

¡Qué enorme influencia tiene en la solidaridad la educación recibida  de nuestros
padres!
El egoísmo reduce las posibilidades de aumentar la  propia felicidad. Es un limitador. El desprendimiento, por el  contrario, libera taras, engrandece al alma, y aumenta la felicidad.

Anatema a todo humano que egoístamente dice:” si quiero no tengo nada  que hacer”. Nació por sus padres (les debe la vida), ha vivido por el  concurso de los demás, y lo enterrarán por el trabajo de otros. ¿Aún  puede decir :”si quiero no tengo nada que
hacer”?

Nadie, pero nadie, tiene el poder, y menos el derecho, a no hacer nada  por los demás.
El egoísmo separa y resta, el desprendimiento une y  suma.
Mi bien es la suma de los bienes de los demás. Y mi mal es la  ausencia de los bienes de los demás.
¡Sí, quiero hacer algo! Es lo normal y necesarios.
De usted, de mi depende que cambiemos la crisis de valores y, como  consecuencia, la crisis económica.
Las cambiamos con sólo querer hacer algo por el bien de los demás.
¡Únase, por favor! Y cambiaremos el mundo.
¡Sí, quiero hacer algo! ¿A qué esperamos?

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