La nobleza y la valentía

Por Luis C. García Correa
No hay nobleza sin valentía. No hay valentía sin nobleza.
Un cobarde puede ser todo menos noble.
El comportamiento del valiente puede tener un componente familiar y educativo. También el del cobarde. A veces, la cobardía y la valentía parecen hereditarias. El innoble y el valiente educan a sus hijos como lo que son.
Los hijos aprenden lo que ven hacer a sus padres.
Todos sabemos que hay familias valientes y familias cobardes. Lo bueno y lo malo se contagia. Se transmite e incluso se hereda.
¿Cuánta responsabilidad tenemos los padres con la educación que damos a nuestros hijos?
No creo que la cobardía ni la valentía se improvisen.
¡Dichoso aquel que aumenta sus virtudes! ¡Feliz aquel que trata de corregir sus defectos! Alegrémonos con aquellas/os que llenan el alma de alegría y bien. Recemos por los cobardes que llenan el alma de odio y la ahelean, siendo los primeros en sufrir la triste y amarga consecuencia de su comportamiento.
Recemos, y mucho, para que unos aumenten sus valores y otros disminuyan sus errores. Y así se beneficien ellos y la familia y la comunidad.
Con cobardía no hay felicidad. Tampoco libertad.
La libertad la hacen crecer los valientes con su comportamiento, con su buena voluntad y con sus valores. Y los cobardes la disminuyen.
Creo que hay un método efectivo, - que debemos poner en práctica -, y es este: quesepan que sabemos que son unos cobardes, perversos, corruptos o sinvergüenzas.
Que lo sepan. Que noten que la sociedad honesta y valiente los rechaza.
“Honor al valiente y deshonor al cobarde. Pero sin olvidar nunca que ambos son seres humanos”.
El corrupto, - tan en boga-, pertenece al grupo de los sinvergüenzas e innobles.
Debemos tratar que los innobles se sientan avergonzados, - aunque suele ser difícil -, porque una de las características de los sinvergüenzas es ser caraduras. Pero hay que tratar de que sepan el concepto que tenemos de ellos, y que pueden cambiar hacia la nobleza y la valentía.

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