¡Honores y distinciones en vida!
La vida hay que llenarla de contenido con las buenas obras que hemos hecho, las que hacemos y las que haremos.
Una de las mejores formas de llenar la vida de contenido es ayudar: resolver problemas de los demás. ¡Es lo único que merece la pena! Ayudar significa repartir y compartir amor y felicidad, y eso incrementa la propia vivencia del amor y de la felicidad. Si, además, se hace con libertad, el bien resplandece, se anula el mal, y los efectos de la vida llegan al Mas Allá. Se sea creyente o no.
Los honores y reconocimientos en vida deben ser la compensación a la ayuda que se ha prestado a los demás. Quien los recibe, quien es honrado con ellos, mejora su vida y su comportamiento, porque trata de ser merecedor de ese honor, ser consecuente con ese reconocimiento y honor.
“¡A los muertos recordarlos y rezar por ellos! ¡Es la mejor manera de ayudarles y que ellos nos ayuden con sus rezos en la presencia de Padre Dios!”
Honores y reconocimientos en vida. Esa es una de las cosas que admiro de los Premios Nobel. Se conceden en vida.
“¡Los pueblos honestos, leales y agradecidos reparten bienes y honores, que si son en vida, tiene a los reconocidos como eternos agradecidos!”
Recibir honores y reconocimientos en vida es algo indescriptible. Son sensaciones, sentimientos, recuerdos y vivencias que jamás se olvidan y que nos dejan grabado el amor y el valor, la bondad y magnanimidad de los que dan esos reconocimientos.
Benditos y alabados sean los mecenas, valientes, consecuentes y honestos que reparten honores y reconocimientos en vida. De ellos es la gloria terrenal y merecedora de ser llamados patricios por repartir honores en vida, confiando y creyendo en los demás
“¡Honores y reconocimientos en vida para repartir felicidad con lo que incrementan la de ellos, son un ejemplo a seguir y admirar!”
Honores y reconocimientos en vida para ser ejemplo de lo que es honestidad, valor, lealtad y agradecimiento.
“¡Honor y reconocimientos en vida para repartir y recibir felicidad!”
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