VENTOLERAS DESINTEGRADORAS DE TECHUMBRES (1)
Por Antonio Domínguez |
Don Paulino, me nace recordarlo porque desde su candor y
llaneza se le escapó una vez que la agricultura no podía ser. Ni él ni nadie
nos ha dicho nada de ese no poder ser. Cuando usó su turno en el gobierno para
desgobernar, -como todos- despachó la agricultura diciendo que la guanchada
debería preferir comprar los productos canarios, como si hubiera productos
canarios de verdad; y no desde la mentira estatuida (desde la senectud decrépita
y la ancianidad achacosa en sus últimos días; chochez del partido dominante,
que resiste toda partidura) desde la cara especial fabricada en canarias, que
anda llenando mercadillos con productos de Almería, diciendo que son aquí
producidos. ¡¡Me nace consio, blasfemar y decir palabrotas!! Pero aquí no se
puede, y comentarios, no se merece el mas mínimo, sería hacerles propaganda a
la vil propaganda. Esa es una aparte.
¡Vamos con otra distinta!: la libertad de opinión es
“arbitrismo” a la par del futbolero, aunque no tiene porqué ser utópico y
disparatado. La opinión puede ser como pueda ser, o como le de la gana ser y hasta
donde le sea permitido ser (esto es en el aspecto legal); que tiene su limite
en no delinquir con la palabra. En el aspecto ético, ese es terreno de esfuerzos
para hacer el mínimo daño imprescindible y en los de la lógica y la estética ya
importa poco: ¡duro que es tarde! Es donde se le saca verdadero partido al
arbitrismo que es en lo que consiste la libertad de opinión (sea o no sea
arbitraria, no confundir). Bueno, lo voy a medio explicar: la opinión siendo
arbitraria (todas lo son) es arbitrista o no. No siendo arbitrista sigue siendo
arbitraria porque parte del libre albedrío (y la voluntad –libre albedrío- es
como a ella sola le da la gana). Por eso toda opinión es generalmente
arbitraria que no arbitrista si se ciñe
a los métodos de las razones homologadas..., entre esos términos va -mas o
menos- lo que va entre los de común a comunista ¡un mundo!. Solo que hay que
detectarlo. No digo mas al respecto porque se me embrollará esto con otra sola
palabra. ¡palabra!. Este preámbulo tendencioso a lo que va a venir es una forma
de aludir –plana de estilo- al libre albedrío del cual se nos ha garantizado la
libertad de su ejercicio por mando magno (carta); siempre que quede ajeno a
todo delito y daño a terceros, a cuartos y a quintos. No va por usted esta
explicación, respetado lector, sino por los demasiado ajenos a los cambalaches
de la sofisticación. Vamos, a por ese hombre que en este momento (guadañando
intereses, títulos de propiedad, fincas rusticas y urbanas, capitales
tambaleantes que empuja para que caigan en su bolsillo etc.) está haciéndose a
sí mismo y a aquellos, que, homónimos del repartidor de carbón en La Laguna,
que al ser preguntado por una chica de la sociedad apoyados sus codos en la
ventana en abrazo de sus tremendas tetas: “¿Qué lleva a vender el torturado
campesino sobre sus lacerados lomos y los de su borrico?” y contestó el
primitivo ser, que nuca cantó un gol ni un penarte: ¡¡jarre burro pá lantre
coño que pá entendé a esta señorita jase farta un intrepete!!. Va por ellos
aquellos, sin los cuales, el mundo no se movería, porque demostrado está que
necesita el mas modesto hálito perteneciente a la suma de todo lo que está en
la realidad; y porque se desconoce lo que seria la realidad en otra completitud
que no sea esta. Aun en una ínfima variante es incalculable y totalmente
desconocido otro ser de las cosas, prescindiendo de él (por necesidad, al no
conocérsele), o aun ignorando el mas mínimo detalle existente, que ¡se
producirá! A lo mejor ya producido, de siempre ahí, y aun no hemos comprendido
o ni siquiera nos hemos dado cuenta que existe; para mas mal de “la limitación”
de doctores y catedráticos que no pueden
ver -esa ínfima o grandiosa variante- porque no se comprende en su disciplina
teórica. El conocimiento escapa al grandísimo conocimiento, en lo que no sea
materia de su conocimiento.
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