Brisa de Tamaraceite

Anda dentro de lo que se puede llamar insólito, que, para gozar de Tamaraceite se ha de prevalecer dentro de su hechizo. Yo he andado por las islas y no parece sino que el aire tuviera un elemento distorsionador. Incluso andando por G. C. deseo llegar al pueblo de Vicente “el largo”, Juan Del Pino, José Fiol; que es mi pueblo también, creo se va a notar; me parece única su mezcla de oxígeno y nitrógeno. Intuyo que la cosa traspasa todo eso y no sé a donde ni hasta donde.

¡Hay que ver caracho! Como se me ensancha el regocijo si deambulo por las calles y los callejones de mi única razón de ser (después de mis seres queridos); de mi amor, “mi delirio”; la ilusión de toda mi vida: Tamaraceite, materia de mis suspiros. Aquí en él fue mi irrupción a la vida y me amamantó mi madre. Aquí me mecieron la cuna todos mis familiares y vecinos, me dicen. Aquí desperté, esto lo sé, al conflicto de la pubertad y al que el de “la carne conlleva”. Ahora que asisto al desinfle permanente ¡hay que ver! Como se porta mi Tamaraceite como objetivo, llenándome a plenitud su subjetividad, que yo digo una y mil veces que la tiene. Más allá del objeto.

Encontrándome yo en una tardecita “paseando encima de mi alma” (Tamaraceite); escuchando el hablar de sus frontis, llegándome el olor de sus zaguanes, los diversos ruidos de la vida aun por leves, grandísimos respecto de la nada y muy etcétera; bueno, andando fui a tener al Spar de Los Frailes y me asomé al muro que da al risco de los perros y a “la guirrera” risco de los guirres (extinta ave del mismo porte y casi igual al quebrantahuesos por tanto de tamaño superior al cuervo). Desde ese punto de vista también la mirada domina la casa de los comunistas; almacén que campando por no respetos levantaron estos, para guardar aperos y demás, antes del treinta y seis aquel, con la idea de sembrar de viña Los Giles en peso.

Cada metro cuadrado de Tamaraceite tiene su historia ¡igual que en Tenerife!. Puede que un día cuente lo que me han contado de esa casa. Retomo mi estadía en “el balcón” mencionado arriba. Estando allí recibí una brisa muy agradable, evocadora, única del cantón de Adeum (Tamaraceite). Brisa vieja conocida que me comunicaba milenarias y millonarias percepciones a la vez; que es la que se encarga de hacer tener siempre presente el pequeño soplo que es la vida, para que nadie olvide de donde es (en nuestro caso con amor, que va mucho mas allá que el orgullo). Cuando íbamos a Los Giles en excursiones de clases externas con nuestro maestro nos removía el incipiente vello de los pies desarraigados del pantalón corto y se comunicaba hablándole  a nuestro propio pecho “cuando de esa manera le daba”; o en salidas desde las catequesis con Don Pedro Castellano, tarzánico cura, un titán, que grande había de ser la estancia en la que él pudiera entrar sin tener que hacer cuatro o cinco dobleces. Esa brisa, que poco después de la asomada al muro transportóme a los abismos de mis adentros; que aún con los ojos abiertos a objetos de mi presente, ocupabanme y extasiabanme remembranzas, vamos a llamarles así por no saber que nombre dar a eso.

Las sensaciones, las trasferencias de idealidad, de conformidad con lo que se intuye evocador y placentero; es increíble, inenarrable, misterio intra sensorial, único, ¡sólo el conocimiento de la brisa en La Cruz y en las periferias de La Montañeta! (respecto de las más sublimes sensaciones humanas apuntadas). ¿cuándo podríamos empezar a decir, por lo tanto,  de sus gentes y demás, si su solo aire es un mundo inmenso?.

Así las substancias y las esencias, no se si podríamos  un día empezar a ocuparnos de decir de amores y desamores en la profundidad de sus cuevas; o en la superficie de sus buenas casas, que ya ahora las tiene.

“El aire ese, esa esencia tiene que venir del cielo guanche”. ¿lo merecemos?. Tanto cuando viene fría o caliente esa brisa trae cariño, amor comunicado y que ella, a su vez, nos comunica. ¡Cuan al margen te tenemos hálito de nuestra vida! ¡con que facilidad te olvidamos atmosférico envolvimiento de este nuestro más querido lugar de Gran Canaria!.
No habla el duende espíritu de Tamaraceite, no tiene respuestas, no pasa, se queda y se puede decir algo parecido a lo que dijo Bécquer en sus golondrinas. La brisa que en las traseras altas de la panadería de Domingo (ejemplo) te trasportan los sentidos, esas, siempre estarán ¡en cualquier punto del pueblo! lo más grande todavía es que tampoco irán a ninguna parte, ¡esas, son nuestras!. Cuando van a otro lugar, son otra metamorfosis totalmente distinta. En el momento de trascender los linderos, no tienen que ver en absoluto aires con “¡los aires!” que dicen: ¡buenos días señor! ¿cómo está usted?.

No son testigos de nada los mágicos soplos, ni producen ni disipan penas; no teniendo nada que ver con el tiempo ni con nada ¿porqué me tienen perdido de amor “MAREITAS DE TAMARACEITE”?.


Antonio Domínguez Herrera

Comentarios

Eva Mª ha dicho que…
Muy bueno Antonio. Tamaraceite nuestro querido pueblo antes, ahora barrio de Tamaraceite. Con sus pros y sus contras porque...¡Haberlos, haylos!
Anónimo ha dicho que…
Amigo Antonio: Acabo de leer (con muchísimo agrado) ese bello recuerdo del Tamaraceite de nuestro ayer donde hoy soplan los mismos aires, pero que son respirados por otras costumbres y otras realidades. Es hermoso cerrar los ojos y evocar; evocar lo que desde la distancia del tiempo nos parece emotivo y digno de acercar a nuestra reflexión y a la epidermis de nuestro pensamiento. Este Tamaraceite de hoy, con el que todos nos identificamos, mañana será también el Tamaraceite del ayer, y otros quizás hagan el mismo ejercicio que tu haces con ese entrañable entorno apaciblemente dormido en nuestra memoria. Es inevitable y necesario el hoy y el mañana, pero es imprescindible para el corazón evocar con dulzura ese mundo que ya sólo permanece en los agradecidos ojos de nuestra memoria. Me identifico contigo en eso, como sabes que en otras muchas cosas, en tu cálido amor por el Tamaraceite de ayer, de hoy y de mañana.
Tu amigo Pepe Mujica.

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