A propósito de la Plaza de Tamaraceite

Por: Pedro Domínguez
Herrera
Desde siempre la plaza de un pueblo, barrio o lugar es representativa de los que viven en sus aledaños y donde se asienta gran parte de la vida social de una comunidad. Debería ser este lugar, confortable, con buena sombra, buenos asientos, donde jueguen los niños, mientras se converse entre mayores… En nuestra plaza, sueltas una cabra y puede peligrar su integridad física. Me pregunto, hasta donde puede llegar la torpeza en la elaboración de un proyecto , que transgrede las más elementales normas del buen hacer de la arquitectura; para antología de lo absurdo. Quien no pueda con los escalones y quiera llegar a la iglesia, tiene que caminar cincuenta metros en el sentido contrario a las puertas del templo a las que mirará con el rabillo del ojo, sin volver bruscamente la cabeza, porque a estas personas los mareos le pueden; una vez superados los cincuenta metros, se enfilan otros veinticinco hacia la puerta.
 Muchos piden que la plaza vuelva a tener la forma de antes, por nostalgia y porque quedaría mejor que ahora; pero no comprenden, e incluso algunos son intransigentes y así nos va. Hay que entender que, con las normas y los materiales de hoy, no se le puede dar el brutal desnivel que tenía el piso.

Que no hay baldosas ni balaustradas como aquellas y el acceso en rampa que ahora se exige y es de vital necesidad. Imaginemos una plaza que se acerque, que no parezca la iglesia un castillo medieval en lo alto. Es posible, basta con rampas a lo largo de la acera a la que se le cogerá algo de ancho, ya que la rampa también hará de acera; con unos suaves desniveles en el piso de la plaza, la tendríamos al completo. Téngase en cuenta, que en las rampas se puede parar un grupo de gente a conversar con comodidad.

Sería a considerar, que el entorno de la puerta principal, tendría visibilidad desde la calle; lo que evitaría las últimas gamberradas y se podría prescindir del enrejado que avergüenza. Tómese esto como una opinión, es más me gustaría que se diesen otras, todas muy respetadas, la plaza es de todos, manda la mayoría, les exhortó a disentir y a crear un ágora de opinión en esta página.
En las últimas reuniones sobre la remodelación, tengo entendido se habló de cómo estaba antes ,de materiales, de colores… Pero no de niveles ni de la adecuación del espacio ni de barreras arquitectónicas. Los técnicos del ayuntamiento deberían de hacer un proyecto y mostrarlo a los vecinos para su aprobación y cuando haya dinero que se ejecute, que muy pronto seremos el escaparate de la ciudad y de la isla. Tamaraceite sufrido y vejado por la masificación habida y venidera bien merece una plaza…

Comentarios

Sergio Naranjo ha dicho que…
El gran problema de la plaza, amigo Pedro, es que al hacer la reforma que se necesitaba por los motivos que apuntas con acierto, no parece que hubiera mucho "diálogo" (palabra de dos) porque o uno no quiso hablar u otro no quiso escuchar.
La idea que aportas es buena. Puede haber más, pero yo creo que eso de haberla partido en tres cachos no será una idea que se comparta en general.
Lamentablemente, si se trata de dinero, vamos a tener plaza por muchos años.
Saludos.
Anónimo ha dicho que…
Sin duda, para la gente de Tamaraceite, el lugar de referencia, el más sobresaliente en todos los enfoques que de nuestro pueblo se haya podido y pueda ser reseñado como algo primordial y representativo, es nuestra plaza. Ya, en un pregón de las fiestas de al menos quince años atrás, Maxi González hizo un canto sublime a su pasado y a su actual presencia. El amigo Pedro habla, como muchas veces hace, con voz de sabio y propone tomar en serio a la vez que con inteligencia la consecución de una plaza moderna, cómoda, vinculada al divertimento y al culto, y que debe ser como algo inequívocamente señero en nuestro barrio. Sí, es cuestión de dinero también, pero vale la pena esperar a tenerlo y afrontar de una vez por todas esa importante obra que nos queda por realizar para que Tamaraceite sea del todo Tamaraceite. La plaza: lugar de encuentro, el símbolo más inequívoco de nuestra identidad social, para disfrutarla y para mostrarla orgullosos al visitante. Yo, desde los tiempos reivindicativos de Antonio Arencibia, siempre he abogado por aquella plaza sencilla y nada pretenciosa que siempre fue. Hoy, con el paso del tiempo, puedo insinuar las alternativas de agua en movimiento, de fuentes en azulejos y de espacios dedicados al color de las flores. No es el momento, lo sé, pero cambiaría con los ojos cerrados la plaza de mi idea por la actual, que me parece horrible.
Sé, Pedro, que esa plaza soñada te apasiona. Yo te acompaño en ese sueño.
Pepe Mujica

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