De lo que yo creo

Pareciéndome imprescindibles los que lo hacen, porque sin ellos la Tierra sería un caos triple ahora, yo no escribo para convencer, enseñar, conducir y reconducir; sino que lo hago para entretenerme y entretener al que se quiera con esto disipar. Me permito pisar el acelerador en el sentido que estos embrollos míos no son para los bastantes que no entienden ni mucho ni poco, pero, una publicación no ha de estar supeditada a venderse (reputarse) por la aceptación general. Ha de tener de todo lo que se atenga a argumentos y “demostraciones”. O razonamientos simples que sean, a falta de otros.

En esos razonamientos entro ya, para decir que el saber sí que ocupa lugar. Pero no cualquier lugar, puede ser el de la insidia, bondad, etc. Los saberes dominantes de acuerdo con psicologías afines, empujan con los codos y echan fuera cualquier otro saber (no le dejan instalarse) cuando, ese, es abominado por la estructura cognoscente del individuo, que hace su propia abstracción personal de la cultura para vivir a su modo (ello, absolutamente en todos los casos). No se si una persona adopta un saber determinado o se le impone, (cualquier cosa puede pasar). Saliendo del magma caliente que suponen las experiencias y vivencias a que ese hipotético ser haya estado o sido sometido. En todos los casos el saber solo ocupa su propio lugar. Esto es válido para todas las ´´entidades´´ que conforman el cerebro, sin ninguna discusión objetiva o subjetiva; que viene a ser la vía fantástica por la que el pensamiento genuino discurre paralelo a toda traba y circunstancia, factor y necesidad. La necesidad sabemos que a una blanca hace parir un mulato, sin embargo, sabemos también, que cuando el pensamiento es una necesidad ya es solo un trabajo intelectual, casi siempre por no decir siempre. Arduo, pero no tiene nada que ver con el pensamiento genuino, sino con el conocimiento y sus dos aliados: la aprehensión comprensiva y el pensamiento asociado al propio conocimiento.

No estamos acostumbrados, no sabemos dar vacaciones a nuestro pensamiento (aliado al conocimiento y la razón) al menos un mes al año. El se toma por si mismo, sin permiso, ese cuarto de hora de vacaciones diario, “ese cuarto de hora en la higuera” que nos hace totalmente tontos, negligentes y que aprovechan las mayores autoridades, esas que nos utilizan, para hacernos sentir galanes del cinema; seres con similitudes; pertrechos de virtudes; amores patrios y talantes por el estilo.

Que hay variopintas y diferentes maneras de pensar, eso, es mentira. El pensamiento es universal, solo así es ininteligible y servidor del dueño a que pertenece. Lo demás son conocimientos que sirven a la locuacidad, inventos e investigaciones para la producción de comida, salud, propiedades, viajes a la luna, crear lobbys, engordar cuentas bancarias, etc, etc. Es la finalidad que sin saberlo va en pos de la finitud. Solo hay conocimientos distintos con los que “el pensamiento” se ha involucrado. Lo que quiere decir, que los conocimientos son por necesidad cerebral personal, pero no implican a priori una forma de pensar (que es universal) distinta de otra cualquiera; sino una necesidad psicológica pero, perspectivística (en cuanto que diferente sea el sujeto en sí y su bagaje) de los conocimientos que se fueron montando, unos encima de otros, devenidos, dentro de los estrechos reales límites de un cerebro cualquiera, aun por mucho que este vea. Ese es el motor de la realidad que tira del pensamiento que le es propicio a determinado conocimiento,- amen del medio y “sus microclimas”-. Absolutamente todo hay que buscarlo en el cerebro. Fuera de él no hay nada.

Voy a seguir un tiempo prudencial tratando asuntos como este; por lo que desde ya pido perdón. Prometo brevedad y formas cortas. Ya no haré entradillas de acorchamiento-almohadillado, a la idea atrevida. Iré al grano sin ese permanente sentimiento de culpabilidad; sin perjuicio de respetar profundamente toda filosofía; solo en el hecho de exponer la mía evitando ingerencias en otras; y con todos mis sentidos atendiendo solo a lo mío, porque no es mi trabajo. Y del placer que siento en esta expansión y divertimento prescindiré si alguien lo tiene a mal. Lo mío no es escurrirme en el silencio. Es tocar en las puertas con el día claro, lo mío. El dar a entender yo no lo he comprado; no he podido ¡está esa mercancía agotada en todas las tiendas del país!.

Antonio Domínguez Herrera.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Leer a Antonio, es meterse en los angostos laberintos de la filosofía, de la que el es lector, discípulo y algo maestro. Con leerle no se pierde el tiempo; siempre se aprende algo de su particular forma de ver la vida y del enfoque novedoso, que le da a los temas, este es un claro ejemplo
Pedro Dominguez Herrera

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