¡Hay que ser niño de papá y tener dinero!

Por: Antonio Domínguez
Hubo en nuestra comarca, por los años sesenta, un hombre, que se le ocurrió dejarse el chivo (no afeitárselo). El hombre era sabio y de lo más estudioso que madre pueda dar a luz (no más culto que ninguno otro que haya pertenecido a esta cultura; eso sí, era acreedor de una instrucción fascinante). La guanchada, desde detrás de los árboles y desde distintos escondrijos, le propinaban, imitándolos, los apurados y atropellados balidos del macho cabrón, cuando este se encuentra en situación inapelable y perentoria. Algo aclarará decir que el único en toda la comarca con chivo era él (no se usaba en absoluto). A pesar de todo con lágrima en ojo preparándose para brinco dijo una vez: “¡parece mentira; pero, hasta para dejarse el chivo hay que ser niño de papá y tener dinero!”; en clara alusión a un chico bien de Las Palmas que tampoco se lo afeitaba, y nadie se atrevía a hacerle (emular) el macho excitado a su paso.

Lo anterior nos da paso a simple análisis. A los que de simples no tenemos salida. 

Estos seres pensantes, por estar en inmensa minoría y no entendérseles, no se les respeta, o como mínimo quedan olvidados por ser unos incomprendidos. En estos tipos la maldad residual inherente en todo ser humano no suele revertir en los demás, sino sobre sí mismos por su mismo noble egoísmo de tirar la zarpa a la cumbre de las ideas, que tienen solo a una jornada de subida; cuando los demás están todavía acampados en gélida llanura al pie del muro, con el tiempo muy en contra para iniciar la escalada que a buen seguro nunca tendrá éxito.

Estos, los pocos grandes, ven las vicisitudes de los pequeños, que tienen grandes pretensiones, como a una subclase de la que se pueden servir y a la que sin embargo nunca podrán utilizar, porque no tienen nada que recibir de ella, puesto que no tienen nada que dar. En esta dejación de lo insulso, se produce un olvido tremendo, de a lo que pudieran echar mano los grandes e inician un caminar por si solos sin ayudas de ninguna clase y con estorbos de toda índole. 

Esto les sumerge en lo que sea; en cualquier cosa, pero siempre orientados por finos y magnos principios (instintos) de nobles intenciones. Incluyendo siempre las nimias y congratuladas equivocaciones de rigor, de las que no se salva nacido, tenga la magnanimidad, templanza y acierto que quiera que tenga.

Por lo tanto, estos individuos dirigen y mandan su particular y superior parcela, que les hace diferentes, al clima cálido y particular del interior de su propio yo. Lo que no sé son los conflictos que se pueden originar en estos singulares trasvases. ¡Sí! Las parcelas, en sentido metafórico, pueden dar buenas, pero también malas cosechas “y están expuestas a temperaturas y vientos” además de todo tipo de plagas, en su ciclo vital; pueden ser los fenómenos y de envergadura tal las devastadoras tempestades, que no dañan solo una parcela particular sino que casi siempre lo hace con prácticamente todos los terrenos circundantes componentes de ese no imaginario, pero si metafórico valle. 

Todos los terrenos “componentes de ese valle” sufren los seísmos de la personalidad interiorizada, que como es mantenida por un potente cerebro los daños son intrínsecos e internos de lo más profundo del ser. Y los daños materiales y psicológicos cuando se unen lesionan por partida doble a sus propios dueños; pobres diablos que tuvieron “la mala suerte” de haber nacido genios y de no haber podido escapar de diseñar coches, móviles, ascensores, quirófanos, aviones, comidas y bebidas para placer, barcos, hoteles, etc. Mientras todos los otros toman tranquilos su gin tonic. De quien se lo materializó; Y en la mesa y sillas que también otro trabajó. ¡¡POBRES HOMBRES SUPERIORES!!

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