La alegría y la tristeza

Por: Luis C. García Correa y Gómez

Para los católicos el Adviento es un tiempo de alegría: Jesucristo está cerca. La tristeza consiste precisamente en perderlo.
La Navidad es la fiesta de la alegría
La tristeza es la ausencia de alegría.
Dejar de comportarse bien nos pone tristes. El camino hacia la tristeza comienza por la tibieza y por la falta de generosidad.
Buscar únicamente la felicidad terrenal, fuera del bien, no satisface a nadie.
Todos debemos ser esencialmente alegres, en especial cuando tenemos, practicamos y repartimos la justicia y la paz, por ser libres.
Escapar de uno mismo, mirar hacia fuera, abandonar el mundo interior, la soledad cuya contemplación nos hastía ... son las actitudes que proporcionan alegría.
Estar en gracia es la principal fuente de la alegría.
La alegría terrenal es pobre y pasajera.
La alegría del creyente es profunda y es capaz de subsistir en medio de las dificultades. ¡No sé cómo la consiguen los no creyentes¡ Tendré que preguntarles, y espero que ellos me lo digan, porque necesitamos saberlo.
Considerar que los golpes de la vida no tienen sentido, no es propio del creyente. En las contradicciones descubrimos a Padre Dios. Las dificultades no nos quitan la alegría.
Nadie desea la dificultad, ni la tristeza.
La dificultad es normal. Es necesaria para crecer en las virtudes.
El fundamento de nuestra alegría debe ser firme. No debe descansar en cosas pasajeras: noticias agradables, la tranquilidad, medios económicos, etc. Todas esas cosas son buenas pero insuficientes en sí mismas.
Debemos de tratar estar siempre alegres. La alegría es contagiosa. La tristeza también.
Un alma triste queda a merced de muchas tentaciones. Oscurece el ambiente y hace daño.
La tristeza nace del egoísmo, de pensar en uno mismo, de olvidarse de los demás.
Cuando el alma está alegre se vierte hacia fuera: es un estímulo para los demás.
Guarda tu corazón, porque de él procede la vida, dice el Libro de los Proverbios. De él, en efecto, proceden la alegría, la paz y la capacidad de amar. Ahí es donde nacen las virtudes.
Para crecer en virtudes necesitamos estar alegres y felices, ensanchar nuestro corazón.
Con el cumplimiento alegre de nuestros deberes podemos hacer mucho bien.
Ayudamos a los demás con pequeñas alegrías, que demuestran con claridad que les queremos: una sonrisa, una palabra de aliento cordial, un elogio…
Preparemos el Año Nuevo en nuestro ambiente fomentando un clima de paz, de participación, y de alegría. Repartiendo cariño.
Y recibiremos cariño.

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