Carta al Viento: La hoguera de San Juan

Por: Jesús Vega Mesa
Anoche hubo hogueras en todos los pueblos y barrios de nuestras islas. Hogueras para divertirse.  Para asar piñas. Para sentarse y hablar al calor del fuego. Para rezar. Para quemar lo inservible. Para soñar. Para hacer rituales paganos. Para encontrarse. Para recordar. Para celebrar festejar al santo más grande nacido de mujer… Cada cual vivió la hoguera a su modo y por eso el resplandor del fuego iluminó todo el cielo canario durante muchas horas.
Pero hay un lugar en Gran Canaria, un pequeño barrio llamado Espinales, donde viven unas treinta familias que cada año, en la noche mágica de San Juan,  hacen una hoguera muy peculiar. En una pequeña caldera volcánica se reúnen todos los vecinos, desde el más viejo hasta el más pequeño,  y cada cual va colocando, además de los trozos de madera o caña necesarios, algo que, simbólicamente,  quiere quemar. Y para el día de ayer eligieron pegar fuego a todo lo que entorpece las relaciones vecinales. Y allí se presentaron todos muy decididos a extinguir definitivamente esas habladurías que sólo sirven para romper amistades y crear conflictos innecesarios.
Una joven leyó emocionada la anécdota que se atribuye al filósofo Sócrates: En cierta ocasión, empezó a leer la joven estudiante, Un  discípulo  llegó muy agitado a la casa de Sócrates y empezó a hablar de esta manera:- “¡Maestro!  Quiero  contarte cómo  un amigo tuyo estuvo hablando mal de ti….Sócrates lo interrumpió diciendo: -“¡Espera! ¿Ya hiciste pasar a través de los Tres Filtros lo que me vas a decir?
-“¿Los Tres Filtros...?
-“Sí” - replicó  Sócrates. El primer filtro es la Verdad.  –“¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en todos sus puntos?”-“No... Lo oí decir a unos vecinos...
-“Pero  al  menos lo habrás  hecho pasar por el segundo filtro, que es la Bondad: ¿Lo que me quieres decir es por lo menos bueno?”
 -“No, en realidad no... Todo lo contrario...”-“¡Ah!” - interrumpió Sócrates.- “Entonces vamos a la último filtro. ¿Es Necesario que me cuentes eso?”
 - “Para ser sincero, no.... Necesario no es.
-  “Entonces -sonrió el sabio- Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario... sepultémoslo en el olvido...”
Y antes de que el más viejo del barrio prendiera la hoguera de anoche, todo el mundo aplaudió y deseó que, en adelante, nadie cuente nada sin pasarlo previamente por los filtros de la verdad, la bondad y la necesidad.
Mientras el fuego consumía con fuerza los trozos inservibles de madera y otros materiales tan inútiles y dañinos como la crítica, los chismes y mentiras, la luz de la hoguera iba iluminando los rostros de todos los presentes que ya no dudaron en mirarse a la cara y sentirse más unidos que nunca. Así me lo contaron y así lo cuento.
Yo sé que Juan Bautista, ese santo que hoy celebramos, fue un hombre claro, que proclamó la necesidad de convertirse, de cambiar actitudes para mejorar la vida de las personas.  O que se enfrentó a los gobernantes corruptos de su tiempo sin ninguna clase de miedo. Sé que San Juan fue un hombre que sufrió en sí mismo las críticas y persecuciones más injustas que le llevaron a la cárcel.  Un hombre a quien decapitaron por denunciar las mezquindades de los que se aprovechan del poder, cualquier poder, en beneficio propio. Juan lo tuvo claro. A veces hay que callar.  Y a veces hay que hablar. Sólo cuando lo que se dice  es verdadero, es bueno y es necesario. Si no, mejor echar las palabras a la hoguera. A la hoguera de San Juan.  Como han hecho en el barrio grancanario de Espinales.


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