¿Por qué se avergüenza la cultura de su completitud?


Por: Antonio Domínguez
A ruidos de timples, guineos de cantautores y cuanto se pueda contemplar desde la butaca, además de lectura, escritura etc. Se le llama ¡LA CULTURA! ¿Qué vocablo nos queda como concepto para referirnos al resto de ocupaciones y realidades que lleva a cabo un pueblo a diario?; ¿la cotidianeidad? ¡No!. Le adelanto que la costumbre en toda su dimensión, repetición y monotonía; desde la tontería más insignificante, hasta la más grande y magnífica expresión, es zumo de la cultura que es total, integral y  única; ello es válido tanto para la cultura griega como para la gambiana.
Al igual que el tolete que por todo fallo lingüístico, solo detecta Las Palmas, cuando no se le dice, de Gran Canaria; así mismo yo he salido (quizás fatalmente) a defender y aclarar el concepto cultura. He tenido la desagradable experiencia de comprobar equivocados y hasta descalabrados (por culpa de la parquedad, poco ejemplarizante en que se conduce a veces el diccionario en ciertas voces, que bastante que confunden)  a licenciados respecto del concepto cultura. Lo que no me esperaba ni aun en el tebeo mayor del reino (La Provincia) era ver a un filósofo profesor y escritor metiendo la pata al máximo igual que en Tenerife. Confunde  igual que todos, cultura con la formación y el saber que da el estudio. También con la instrucción, con el arte y las humanísticas; las ciencias, etc. Dice sin anestesia que “hay un envilecimiento y un decaimiento en el sector cultural” y, eso, es una majadería porque la cultura no es un sector; en una cultura hay sectores los que haya, y todos son sus componentes sin distinción, datado este principio desde los pueblos primitivos.
Háblese si se quiere de valores culturales dándoseles supremacía pero, no se ignore que son consecuencia de “esa” cultura, igualmente que cualquiera otras consecuencias indeseables; que también son producto de mismo derecho en la consumación del todo de “esa” cultura (vale para la que sea, aun en la antípoda).
¿Cómo es posible que se le llame culto al que comprende a Otelo y Mozart y sabe las fuentes del Miño y los destrozos del “Niño”; cuando eso, es conocimiento y formación musical, geográfica y meteorológica en estos casos? ¿Cómo se le puede llamar incultos a los pueblos primitivos, si antes hay que llamarles incivilizados?; que para esos casos está esa palabra y es la que lleva mensaje verdadero de que cultura hay mucha, porque es completa en cualquier pueblo, aun por atrasado, respecto de su posibilidad, pero, la formación brilla por una brutalidad tras otra? (por su ausencia).
Si como dice mi amigo Sancho, “la cultura es el arma que tiene el hombre para defenderse en el medio”, ¿porqué no pueden ser sumamente cultos los hombres que descienden “abismos” para la recolección de la miel? Se les puede echar en cara, brutalidad, primitivismo, desinformación, su ninguna educación, su nula ciencia, etc. Pero llamar inculto a un hombre que conoce su medio a la perfección es un disparate que comete hasta el diccionario por deficiente penetración filosófica (y hasta práctica) en el concepto.
¿Es cultura la intelectualidad? ¡NO! Porque se alimenta del conocimiento universal y sobre todo en el que sea foráneo, eso, se llama estudio y formación, pero, nunca cultura, que la es, absolutamente todo lo que se produce por méritos de lo local. ¿Se le llamará a todo lo que se sale más allá de La Costumbre: cultura? ¡NO!, porque eso es investigación ciencia y conocimiento; que todas estas palabras tienen su empleabilidad, como para estar recargando de responsabilidad al concepto cultura al que acusan de lo que no le pertenece. Ejemplo: el historiador universal es un sabio, formado, muy instruido; y aunque pudiera ser muy culto al mismo tiempo, no lo es por los grandes conocimientos (formación) que posee de fuera de su cultura; sí, puesto que para defenderse en ella no le sirven para nada; sus congéneres ni le entenderán lo que dice, porque mientras así habla, está ajeno expresamente a la cultura a que pertenece. Si ante dudas y preguntas semejantes se queda impávido, puede que sea usted un hombre muy sabio; incluso instruido, pero, no cabe duda (siendo así) que es usted un inculto. ¡¡No hay inculto mayor que el que no sabe o conoce el concepto cultura, siquiera sea un poquitín más allá de lo que concede el diccionario!! Y no hace falta para ello ninguna filosofía. Se basta un saber natural algo menos que mediano.
Son cultura, como no, nuestros políticos y educadores a pesar que tengan reducida la cultura (nada menos) a un timple, una ópera, poetas vulgares verseadores, pintores malos a joderse el mundo, escritores que dan grima… qué… si toda esta gente fuera de lo mejor daría exactamente lo mismo; no serían LA CULTURA como dice “el filósofo que me estimuló”, serían productos artísticos y si quiera humanísticos de LA CULTURA QUE LOS PROHIJÓ.
Le llamó sector a la cultura (fuerte barbaridad) despreciando que ¡ella! Es todo lo que hace un pueblo desde que se levanta hasta que se acuesta; y por consiguiente cultura es, hasta lo que ese pueblo sueña. Por lo tanto ante tal mayúsculo disparate, lo demás que aquí se ha dicho, se puede colegir sin tener que exagerar, ni obrar de adivino.

Por favor, que se signifiquen los filólogos. Que dejen claros los disparates de manganillas en esto de la cultura; incluso dando ánimo al diccionario a que añada una o dos acepciones (aclaratorias) a las que ya tiene la palabra cultura. ¿Es que pueden seguir empleando los educadores las construcciones verbales “el mundo de la cultura, la gente de la cultura, etc.” sin aclarar que todo culmen o cristalización son producto de una cultura? El que con estos razonamientos tirados de precio no se entere de lo que es cultura, no tiene arreglo, hay que hacerle un cambio integro “del motor” que tiene bajo el cabello.

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