Sentir y vivir

Por: Tomás Galván Montañez
¿Dejar de experimentar, de sentir, de llorar y de reír por miedo a la incertidumbre, al qué pasará después? ¿Renunciar a tanto aliento de vida por huir de un dolor que solo auguramos, que nos ahoga, que nos impide disfrutar del cariño de los amigos, de la pasión de los amores, de la brisa del mar? ¿Renunciar a vivir por vivir en un futuro que aún no se ha asomado? ¿Evitar la trascendencia de un abrazo, de la complicidad del silencio, de la espontaneidad de unas carcajadas por los horribles pensamientos que sentencias finales irreales? ¿Renegar de las emociones, ahogarnos en los sentimientos para no mostrarlos, por no parar el mundo un instante y dar las gracias por la gente que nos rodea, que nos complementa, que nos forma? ¿Renunciar a vivir?
Olvidemos las ataduras que solo hacen eso, atar, encorsetarnos. Nos volvemos prisioneros de la rutina que encerramos y olvidamos vibrar con la danza del cielo, olvidamos decir un "te quiero" por pensar en el qué dirán, o lo dejamos para un 'después' que nunca llega, que se retrasa. Las palabras canalizan y dan forma a los sentimientos, esos que afloran con emociones tiernas, llenas de amor, de sensibilidad... Olvidamos que somos humanos, y por eso reconocer la emoción es difícil, porque nos humaniza, nos acerca, nos une.
Quiero reír, llorar, gritar, saltar... Porque la vida lo merece. Si nos damos las manos, seremos muchos. Y muchas personas juntas, riendo y llorando, podemos cambiar el mundo a ritmo de corazones indómitos. La vida es un regalo, un presente. Y el presente quiero disfrutarlo junto a nuestras emociones, cogidos de las manos, bajo la lluvia.
La vida y los sueños pueden darse la mano, como lo hacen, con discreción y elegancia, el mar y el cielo.

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