Consecuencia del hambre que pasó mi abuelo en la Bana
Por: Antonio Domínguez |
Si nos vamos imaginativamente a los
principios de la vida del hombre en la tierra, no es muy difícil creer que en
esos climas glaciares de extremo frío, obligatorios de refugiarse y necesarios
de moverse en plan nómada en busca de alimento con lo que ello conlleva y
obliga, tampoco es muy difícil visualizar grupos pequeños de quince o veinte
personas que lo compartieran absolutamente todo. A veces en grandes cuevas,
otras en socavones salientes de risco, otras en cuevas más pequeñas, o cubiles
de fieras que seguramente se comerían. Después de comer o cenar la mucha o poca
comida, no es mucho suponer que se entregarían a la única alegría que, por
natural no menos deliciosa tenían aquellos primeros seres. Como es lógico
refiérome a la cohabitación indiscriminada con la primera persona del otro sexo
que tuvieran al lado. Por solidaridad, (se compartía absolutamente todo) máxime
que a cualquier hora tanto una como otro podían disfrutar de cualquiera que le
gustara más y fuera más al caso. Los problemas no se habían inventado aún.
Esto era necesariamente así, la promiscuidad del hombre que es
naturalmente inferior a la de la mujer (solo que la matan si la ejerce); lo
demuestra la gran capacidad versatilidad y prolijidad de la mujer para estar
acompañada, mientras que una sola de ellas, se basta y se sobra para dejar
imposibilitado para durante bastantes horas al más preciado. ¡Aquellos sí que
eran tiempos de verdadera LIBERTAD de la mujer! Si no tenía ganas de la primera
acción que se llevó a cabo en “el paraíso“, no era obligada; las demás en su
capacidad antes dicha eran más que suficientes, para satisfacer a los
intempestivos repetidores.
Cuando salía el sol fuerte durante tres o
cinco días y sentían consecuentemente todas ellas la ilusión más rigurosa; después
de haber agotado a todos los hombres que tenían en común, no es mucho suponer
se entregarían en prácticas devenidas de su cerebralidad como seres
inteligentes que eran, cosa que me parece además de muy bien, necesaria. No hay
hombre que sobre todo, entienda y comprenda a una mujer, como otra mujer. Y
como hace muchísimo tiempo que se ha admitido que todo vocablo contribuye al
significado de la locución en que se encuentra, - no se escandalice querido/a
lector/a por ver empleados algunos (vocablos) que se pueden -pero no lo son-
considerar malsonantes visto desde el puritanismo acuñado en la hipocresía de
absolutamente toda la escritura dirigida a masas; la cual tiene similitud a la
pajada con afrecho ofrecida al animal por todo alimento, físico y espiritual.
No se debe perder de vista que la idea aquí concéntrica, en su epicentro, lo
que pretende es irradiar desprecio al
puritanismo. Es aviso para los que continúen en mí lectura; para esta ya no
llega a tiempo, pero, para otras sí (los que se encuentren con fuerzas
suficientes bajo el cabello). Y sobre todo desinhibidos de prejuicios y
supersticiones.
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