El Canteras UD resurge de sus cenizas en Tamaraceite


El Canteras UD, aquel equipo de balonmano que tanta gloria diera a nuestra ciudad desde que surgiera allá por los años 60 y que ha resurgido hace apenas cinco años tras su desaparición y que cuenta con representación en las categorías territorial, alevín e infantil, se ha asentado en Tamaraceite.
Con un presupuesto ínfimo que no supera los 4.000 euros por curso, la entidad isleña tiene que gestionar a la perfección la inversión de su capital. El equipo territorial, actual campeón de la fase insular de Gran Canaria, es la plantilla que más padece en sus carnes los desencuentros financieros. El plantel entrenado por Antonio Rodríguez, quién lleva un año al frente, ha visto frenadas sus aspiraciones de cara al futuro más inmediato, pues su vigente conquista, les podría haber llevado a asaltar la Primera División Nacional de haber podido disputar los enfrentamientos contra los vencedores de la fase insular.

La Federación Española de Balonmano recoge en uno de sus reglamentos que para que un equipo pueda disputar el campeonato territorial, debe contar en sus escalafones inferiores con un plantel juvenil. El Canteras no lo tiene, y por ello, Gran Canaria no podrá medir sus fuerzas ante los líderes de cada isla. El que supera el campeonato juega una liguilla de ascenso a primera división. Este año según su presidente la cosa pintaba bien. Por ello la mayor prioridad es formar un equipo juvenil para que no ocurra esto el año que viene.

Lejos de los focos de la popularidad, el Polideportivo Municipal de Tamaraceite acoge a diario el trabajo de 18 jugadores. Unos deportistas a los que no les falta ni ambición ni pujanza. Nombres anónimos unidos por una misma pasión: el balonmano. Un grupo de chicos que le han devuelto la vida a aquel equipo que se resistió a convertirse en leyenda, y que sueñan con jugar, algún día, con los más grandes. "Sueño con llenar el CID, pero hay que tener los pies en la tierra", afirma el dirigente.


Con un futuro incierto y ante las miserias que bañan a este club emblemático, el Canteras sigue respirando. Peña se encarga a diario de ello. Las constantes labores a nivel deportivo y social no cesan ni un momento, y es que este grupo de amigos sigue atrayendo familia. "Aparte de entrenar y jugar, intentamos mirar por el futuro de los jugadores. Le hemos buscado trabajo a dos chicos en una panificadora", revela Tomás Peña.


El balonmano es el corazón de una historia que comenzó a fraguar su leyenda en el año 1965, momento en el que una Isla se sintió atrapada por un grupo que llegó a convertirse en el primer equipo canario en jugar en la Primera División española. La cancha Obispo Frías, construida expresamente para que el plantel pudiera cumplir con las exigencias impuestas por la Federación Española en la categoría, y luego el pabellón García San Román se llenaban de seguidores cada quince días. Un deporte que, en los años 60 y 70, fue tan seguido como el fútbol.


El tiempo pasa rápido y los años traen aromas de recuerdos. El éxito no viene del talento, sino de hacer las cosas correctas. Por ello, Peña no quiere volver a tentar a la suerte, y que los hechos que llevaron, hace veinte años, a la disolución del Canteras se repitan en este nuevo episodio. "En su momento no se estructuró bien el futuro, tenía que haber sido un club, tener sus socios y no ser un grupo de amigos. Ése fue el pecado mortal que cometieron", revela.


Sea como fuere, las dificultades que encara el club se olvidan sobre el parqué. En los últimos metros, cuando se pisa el área rival, sólo un jugador lanza el cuero para superar al meta rival, pero antes de ese disparo son varias personas las que han puesto su granito de arena para cumplir las ilusiones de esos goles. De esta forma, granito a granito, en Tamaraceite, un barrio de la capital grancanaria a escasos kilómetros del epicentro de la ciudad, se está creando una montaña para que algún día el Canteras vuelva a conquistar la Liga Asobal.

Fuente: La Provincia

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